«Sus enseñanzas encajaban plenamente en un grupo de personas ‘normales’ que hacían bandera de la amistad como semilla del amor fraterno, universal»
«Nos sentimos familia para ofrecer familia también, con el respeto a las identidades de cada uno y a los procesos personales, que evidentemente no llevan siempre la misma velocidad»
«Murió solo, pero ha dado fruto abundante en muchos hombres y mujeres, religiosos y laicos»
07.06.2020
La ‘familia’ foucouldiana, desde sus diversas sensibilidades en España y en el mundo, ofrece sus correspondientes testimonios de búsqueda espiritual comunitaria, personal e inspirada en el hermano Carlos de Foucauld, a la luz de su anunciada canonización.
Asociación Familia Carlos de Foucauld en España
Hoy es un gran día de fiesta para nuestra Familia Espiritual, para la Iglesia que sirve a Dios y para los pobres en general. Hemos conocido la noticia justo el día de la celebración de Pentecostés, una de las fiestas vividas más profundamente por Carlos de Foucauld. El Espíritu lo fue guiando en su búsqueda al lugar más inhóspito y pobre, Tamanrasset. Allí forma una «Zaouïa» (Fraternidad), esta era su casa.
Siempre dispuesto a hacer la voluntad de Dios. ¿»Hay alguna cosa más dulce en el mundo que hacer la voluntad de Aquel a quien se ama»?. Soñar para mañana un mundo que sea finalmente y eternamente «Jesús», su Modelo Único, practicando el apostolado de la bondad. La novedad de su mensaje es vivir Nazareth, vida humilde y pobre.
Las Fraternidades, que vivimos su carisma, generalmente queremos hacer en lo posible, la imitación de Nazaret en humildad, pobreza y «Dernière place» (último lugar); buscando el equilibrio entre Contemplación y Acción.
La acogida entre nuestras Fraternidades en unión como ramas de un mismo árbol. Queremos continuar el deseo de Carlos de Foucauld de ser una Fraternidad Universal. Nos comprometemos en nuestra sociedad, cada una en donde le ha tocado vivir, en compromiso con los más desfavorecidos que son nuestros hermanos.
Esta gran satisfacción y alegría que nos produce su canonización nos ayudará y nos dará fuerza para continuar viviendo nuestro Carisma en profundidad. Damos gracias a Dios por tan gran obra.
Comunitat de Jesús
La Comunitat de Jesús fue iniciada por el laico Pere Vilaplana a finales de los años 60. En septiembre de 1968, en la ermita de la Santa Creu, en la montaña de Montserrat, el monje ermitaño Estanislau Llopart recibía los compromisos de los primeros hermanos. Actualmente conformamos la Comunitat de Jesús 43 hermanos y hermanas: casados, solteros y un hermano consagrado en el celibato.Vivimos en diversas localidades de Catalunya, País Valenciano, Aragón y Baleares, cada uno en su domicilio. Uno de los inspiradores de nuestro carisma ha sido, y es, Carlos de Foucauld, así como Albert Peyriguère, seguidor también de Foucauld, en el Kbab (Marruecos) en los años 50. El conocimiento de ambos se gestó en las primeras biografías de Foucauld y en unas cartas de Peyriguère recogidas en “Dejad que Cristo os conduzca”.La visión en la etapa final de Foucauld de promover la encarnación del evangelio en el laicado, recuperando el modelo de Priscila y Aquila, también en el mundo occidental, y no solo en los países musulmanes, encajaba plenamente en un grupo de personas ‘normales’ que hacían bandera de la amistad como semilla del amor fraterno, universal.
Espiritualidad en el desierto según Carlos de Foucauld
Amigos en el Amigo, viviendo la vida de Nazaret en los entornos laborales, sociales y de Iglesia. Nuestro estilo de vida no tiene nada de particular: los mismos problemas, las mismas ilusiones, los mismos dolores, que cualquier ciudadano, pero con la inquietud de impregnarnos del proyecto del Dios-Amor, revelado en Jesús. Oración, trabajo del evangelio, formación con la ayuda de muchos, compartir la vida -en serio-, los bienes materiales según posibilidades, los espacios que posee la Comunitat de Jesús en el pueblo de Tarrés, Lleida, implicación en compromisos sociales y con la Iglesia, sin ninguna actividad apostólica predominante.La vinculación a la comunidad nos empuja a seguir creciendo, a no acomodarnos a los reclamos del mundo, tan tentador siempre. A sentirnos familia para ofrecer familia también, con el respeto a las identidades de cada uno y a los procesos personales, que evidentemente no llevan siempre la misma velocidad. Recibimos la noticia de la próxima canonización de Carlos de Foucauld desde la alegría de formar parte de su Familia Espiritual, desde los años 80. Esta familia, para nosotros, ha sido un soporte y una riqueza inmensa. Acogemos la canonización bajo el anhelo de que sirva para inspirar a otros en una vida encarnada en la sencillez, arraigada en la profundidad del silencio, que es Palabra, en la autenticidad del Amor, que es Proyecto, desde el anonimato que convive con todos, pero enfoca directamente a los más desfavorecidos, a los últimos de los últimos, como repetía Foucauld. Murió solo, pero ha dado fruto abundante en muchos hombres y mujeres, religiosos y laicos, y seguirá siendo espejo para reflejar la esencialidad de su enamorado, Jesús, la esencialidad del pan partido y encarnado entre los más humildes y en todo ser humano.
Espiritualidad
Comunidad ecuménica Horeb
El hermano Germán, regional de la CEHCF en Brasil, nos envía un whatsaap que dice así: «Estamos muy alegres por este acontecimiento anunciador de vida, vida plena para el mundo». La canonización del hermano Carlos de Foucauld es un acontecimiento de vida para la Iglesia y el mundo porque va en la línea del papa Francisco, que en palabras del obispo Pere Casaldàliga, quiere «una Iglesia vestida de Evangelio y calzada con sanda-lias». Foucauld puede ayudar a la Iglesia de hoy a «volver a Nazaret»: Una Iglesia pobre, sencilla, fraterna, acogedora, a imitación de la santa Familia de Nazaret.
La CEHCF es una unión espiritual de personas que constituyen un «monasterio invisible en la comunión de los santos». Esta comunidad la integran personas que bajo Los consejos evangélicos o Directorio de Carlos de Foucauld, hacen el compromiso ecuménico de pedir todos los días por la unión de los cristianos y que las Iglesias, Religiones y las Naciones se dejen conducir por el Espíritu de Jesús, el Cristo.
La CEHCF fue fundada, como lugar físico de acogida y oración en 1978, por José Luis Vázquez Borau, en el Poblado de Sn Francisco de Huercal-Overa (Almería), con la bendi-ción del obispo de entonces Don Manuel Casares Hervás, y funcionó hasta 1982, que tu-vieron los hermanos y hermanas que dispersarse por diversas circunstancias. Pero en Pentecostés de 2006 la CEHCF recibió un nuevo impulso constituyéndose Fraternidades Horeb por todo el mundo.
Capilla de comunidad seguidora de Carlos de Foucauld
Fue reconocida ad experimentum como Asociación privada de fieles el 19 de junio de 2014, por el cardenal de Barcelona Mons. Luis Martinez Sistach y el 20 de junio de 2018 el Cardenal Juan José Omeya Omella, arzobispo de Barcelona, firmó el decreto de constitución definitiva de la misma como Asociación privada de fieles. El año 2020 la CEHCF ha sido acogida en la Asociación Familia Foucauld España. En la actualidad hay presencia de la CEHCF en quince países del mundo.
Fraternidad Carlos de Foucauld
Al llegarme la noticia de la Canonización del hermano Carlos de Foucauld, tuve una sensación muy dispar, de alegría, cómo no, pero al mismo tiempo de desconcierto, ¿y ahora qué?. Veníamos hablando en la Asociación de la Familia del Hermano Carlos, de esta posibilidad, especialmente desde la beatificación y siguiendo aunque de lejos los trabajos de la Comisión encargada de ese proceso. Después de la impresión inicial… Me surgía la pregunta: Carlos de Foucauld, ¿qué diría ahora?
«Si el grano de trigo no muere….». La primera constatación es, ¿cómo un hombre que deseó ardientemente vivir su experiencia con otros hermanos, que se pasó elaborando estatutos de una Asociación que nunca fue reconocida, a su muerte ha podido generar tantos grupos y formas de vivir el seguimiento de Jesús, en el camino que éste hombre inquieto y siempre en búsqueda inició solo en el desierto?
Carlos de Foucauld, a los altares
La Fraternidad Carlos de Foucauld, Asociación de Fieles Laicas, es una de ellas, a la que pertenezco: «Está constituida por mujeres que optan por vivir el Absoluto de Dios, en el celibato, según el carisma se Carlos de Foucauld» Es en la vida cotidiana donde los miembros de la Fraternidad, viven su entrega a Dios en libre opción de trabajo, compromisos y formas de vida «. La segunda, ¿podremos sustraernos al «montaje «que toda Canonización lleva….? Seremos capaces, de vivir éste acontecimiento, como un reto para actualizar el mensaje, vivir en profundidad las intuiciones que nos enamoraron de su mensaje, en definitiva: «Volver al Evangelio, ser hermanos universales, en nuestro Nazaret de cada día. Si es así, ¡bienvenida canonización!
Fermina
Fraternidad sacerdotal Iesus Caritas
Hace unos días recibíamos la buena noticia de la próxima canonización del Hermano Carlos de Foucauld. La noticia ha llegado, curiosamente, en esta etapa de confinamiento por el coronavirus. Y, quizá, por ese motivo ha supuesto una sorpresa. Evidentemente, una sorpresa agradable. En tan pocos días no ha sido posible contactar con todos los sacerdotes de la fraternidad sacerdotal pero, el sentir general, con los que he podido compartir, es de alegría y agradecimiento.
Espiritualidad tras Carlos de Foucauld
Ese día fueron continuos los mensajes de alegría por parte de los hermanos sacerdotes, así como la comunicación de los distintos ecos que la noticia estaba provocando en la prensa. También hay que subrayar las palabras de felicitación por parte de muchos de nuestros feligreses, sabedores de que nuestra espiritualidad sacerdotal se nutre de la vida y el estilo del hermano Carlos. En este sentido, estoy convencido de que muchos de nosotros habremos recibido mensajes y llamadas de nuestras distintas comunidades parroquiales para felicitarnos. Yo puedo compartir algo de mi experiencia, en ese sentido. Alguna feligresa de mi parroquia, del centro de Valencia, nada más conocer la noticia, la puso en el grupo de whatsapp que tiene la parroquia. Inmediatamente, la comunidad empezó a manifestar su alegría por esta gran noticia, dándome la enhorabuena.
Uno intenta no “condicionar” demasiado a la gente, en sus devociones y en sus santos. Pero, es evidente que, al final, si uno vive la espiritualidad del hermano Carlos, de una forma o de otra, eso lo transmite, lo contagia. En esa reacción inmediata de los feligreses de mi parroquia entendí que, en el poco tiempo que camino con ellos, han captado cuáles son mis fuentes de espiritualidad. No se han quedado, solamente, con la felicitación. Alguien ha propuesto, con la aceptación y el aplauso de todos, que un servidor ofrezca unas charlas o un curso sobre la vida y la espiritualidad del hermano Carlos, porque lo conocen poco. Evidentemente, no puedo decir que no. Tienen derecho a conocer quién es Carlos de Foucauld y por qué la Iglesia lo considera santo.
Hermana de comunidad inspirada en Carlos de Foucauld
Yo diría, al respecto de la anécdota de mi parroquia, que la próxima canonización del hermano Carlos debe despertar, no sólo la alegría inmensa de que la Iglesia reconozca en su vida un camino de santidad sino, también, la responsabilidad, como sacerdotes diocesanos, de dar a conocer a nuestra gente, a nuestras comunidades, a las personas que servimos y acompañamos, al hermano Carlos y su espiritualidad. Entre otras cosas, porque estamos convencidos de que su espiritualidad de Nazaret no es algo del pasado, sino que sigue teniendo mucha actualidad.
Nazaret proporciona un estilo de presencia y de evangelización que tiene mucho que ver con esa llamada constante y permanente del Papa Francisco a ser cristianos y comunidades “en salida”. Cuanto más profundizamos en la espiritualidad de Carlos de Foucauld más nos damos cuenta de su actualidad. Y, quizá, éste puede ser un buen momento para darla a conocer. Nosotros, como sacerdotes diocesanos; otros miembros de la familia del hermano Carlos, desde su carisma. No cabe duda de que, durante mucho tiempo, hemos sido parcos o tímidos a la hora de hablar del hermano Carlos. Al menos, a mí me lo ha parecido. Pero, si estamos convencidos de que su espiritualidad tiene algo o mucho que aportar a la Iglesia y al mundo de hoy, no podemos privar al Pueblo de Dios, de la vida y el testimonio de un santo que supo encarnar el evangelio, a Jesús mismo, en un contexto difícil, adverso. Su estilo tiene mucho que aportar a la Iglesia de hoy. Como sacerdotes diocesanos, miembros de la Fraternidad Sacerdotal Iesus Caritas, no podemos sino alegrarnos de la noticia, dar gracias a Dios, y traducir nuestra alegría y agradecimiento, no sólo en un estilo de vida, sino en un modo de hacer llegar a nuestra gente la vida y el testimonio del hermano Carlos. Ojalá acertemos. Un fuerte abrazo y felicidades a toda la Familia de Carlos de Foucauld.
Aquilino Martínez
«La responsabilidad, como sacerdotes diocesanos, de dar a conocer a nuestra gente, a nuestras comunidades, a las personas que servimos y acompañamos, al hermano Carlos»
Fraternidad Secular Carlos de Foucauld de Valencia
«Tan pronto como creí que había un Dios, comprendí que no podía hacer otra cosa que vivir para Él». Ese es el absoluto que descubre el hermano Carlos. Y que sitúa a todo lo demás y a cada persona, como criatura. Y nos ayuda a no asumir protagonismos que no nos corresponden. De ahí el abandono, la adoración, la acción de gracias, el último lugar. Su profetismo nace de ese descubrimiento del Amor de Dios que le lleva al apostolado de la amistad, a Nazaret.
Fue testigo del amor de Dios y su muerte tal vez se debió al miedo y la confusión de un joven… No la entregó en defensa de su fe. Muchos de sus escritos no resisten el paso del tiempo. Como tampoco la forma en que la Iglesia dictamina quién es santo. Los milagros pueden parecer un «poner a prueba» a Dios. Tal vez sea momento de revisarlo. Pero agradecemos sus intuiciones y testimonio, que nos ha abierto caminos de conversión y de vida fraterna.
Como parte de la Fraternidad Secular Carlos de Foucauld de Valencia quiero destacar su figura como una persona que supo ser profeta sin pretenderlo, legándonos una espiritualidad basada en el abandono propio y aceptación de un Dios que es visible y cercano en todas las criaturas que habitan nuestro mundo. Y no pretendo representar a la totalidad sino mostrar el testimonio agradecido de esa riqueza en la diversidad que representa la Fraternidad.
«Muchos de sus escritos no resisten el paso del tiempo. Como tampoco la forma en que la Iglesia dictamina quién es santo»
Desde lo cotidiano nos sentimos llamadas a recrear la Iglesia con sus grandes y pequeñas contradicciones. Porque nos sabemos acompañadas por esa multitud de testimonios de vida, comunión de santas que ejerciendo su libertad, han hecho crecer el Reino encarnando el Evangelio. Agradecemos al Hermano Carlos y a todas las personas que acogieron la Fraternidad Universal. Es vía para saberse hermana e hija, para compartir con quien sabemos que nos ama y afrontar así nuestras miserias y limitaciones, como personas y como sociedad. Nos despierta a la presencia en lo cotidiano, en la bondad pequeña, en las relaciones, en la acción política y sindical. Nos lleva a la creatividad para encarnar la Palabra, al encuentro en la amistad y la fraternidad como espacio de lucha personal por la coherencia. A la Eucaristía, acción de gracias y alimento, en la que compartimos la vida y nos abrimos al Espíritu. A vivir en los márgenes, situarnos en la periferia, acompañadas por el respeto, la libertad y el cariño. Nos alegramos que las intuiciones del Hermano Carlos sean compartidas y valoradas aunque su canonización no añade nada a nuestra experiencia de fe. Nos gustaría alimentar gestos plenos de significado y esperanza para esta sociedad del siglo XXI, que dieran testimonio de esa lectura del Evangelio encarnada en la vida, que es la fe cristiana. Queremos manifestar que nos sentimos agradecidas porque su vida y la obra que nos legó nos sirven como guía en nuestro camino como personas a las que un día sedujo el evangelio de Jesús de Nazaret.
Isabel Zacarés Escrivà
Espiritualidad, tras la estela de C. de Foucauld
Hermanitas de Jesús
Me han pedido un pequeño escrito en nombre de las Hermanitas de Jesús, pero no es esta mi intención, porque creo que hay tantas maneras de reaccionar a la noticia de la canonización del Hermano Carlos como Hermanitas existen en el mundo… Voy a hablar por mí. Estoy en la Fraternidad hace muchos años, desde el pos-Concilio, y lo que me atrajo fue la figura de Carlos de Foucauld, tal como la descubrí en algunos libros y en el testimonio de unas hermanitas que conocí por casualidad. Estaba enamorada de la persona de Jesús y deseaba seguirle en la vida religiosa, pero no sabía dónde… Al conocer al Hermano Carlos intuí que había en él una trayectoria de verdad evangélica, de las bienaventuranzas, donde la contemplación de la Encarnación me llevaba de la mano a compartir mi suerte con la de los más pobres y marginados. Y esto me pareció concretizar de manera bien clara las orientaciones que acabábamos de recibir del Concilio Vaticano II.
Por esto me decidí por la Fraternidad. Mi vida ha sido de altos y bajos, con mucha fragilidad y bastantes huidas, pero con la presencia (muchas veces apenas presentida) de este Jesús descubierto en la juventud, y que ha continuado acompañándome por los caminos del mundo.
Hoy Carlos de Foucauld es reconocido “santo” oficialmente por la Iglesia. ¡No es que no lo fuera ya! A mí casi me gusta más como “santo de la puerta de al lado” que como “santo en los altares”… Las canonizaciones en general me dejan un poco fría. Pero me sorprendo a mí misma alegrándome de verdad con esta celebración, por lo que el “nuevo santo” representa:
Vida comunitaria inspirada en las enseñanzas de C. de Foucauld
Creo que es muy importante para toda la Iglesia actual, tan amenazada de retrocesos y de cierre sobre sí misma, que se reconozca en Carlos de Foucauld uno de los paradigmas de una nueva forma de situarnos como discípulos y discípulas de Jesús en este cambio de época: maravillado por la cercanía de Dios, por lo concreto de la Encarnación (Nazaret), precursor de una nueva forma de evangelización por la presencia y la amistad, tejedor de relaciones impregnadas de un profundo respeto por cada ser humano, de cualquier pueblo, cultura, religión… En resumen: un hombre clave.
Josefa Falgueras
Hermanos del Evangelio
Como congregaciones religiosas bebemos de la intuiciones de Carlos de Foucauld que se inspiran en la vida de Jesús en Nazaret. En ese pueblo perdido de Galilea Jesús creció y pasó la mayor parte de su vida y estamos seguros que esto marcó profundamente su manera de actuar y anunciar la buena noticia del Reino de Dios. Nuestra vocación está marcada por la amistad y el compartir la vida de la gente sencilla, en el trabajo, en el barrio, en sus luchas y alegrías, en sus penas y debilidades… Esa vivencia atraviesa y marca nuestra oración. A través de ese estilo de “Nazaret”, desde lo cotidiano, desde lo sencillo y pequeño, muchas veces aparentemente inútil y poco relevante, esperamos que pueda traslucirse ese gran amor que Dios nos tiene a toda la humanidad.
Sinceramente, la mayoría de los hermanos de Jesús y del Evangelio apenas hemos apoyado la causa de la canonización del hermanos Carlos. El revuelo y el boato que suelen acompañar estos acontecimientos no están en nuestra genética. Más bien tenemos una tendencia innata a huir de ello.
La noticia de la próxima canonización nos llena de alegría, porque estamos convencidos que las intuiciones del hermano Carlos, su modo de relacionarse con su “bien amado hermano y Señor Jesús”, su manera de vivir el “apostolado de la bondad”, son una verdadera riqueza para nuestro tiempo. En una época de cierta globalización por un lado y un peligro de repliegue sobre sí mismo por otro, Carlos, el hermano universal, nos invita a ser hermano de todos y todas, sin distinción… En tiempos saturados de ruidos y palabras, de ídolos y estrellas, Carlos nos invita a redescubrir la importancia de lo pequeño, la sencillez, lo silencioso… En las tensiones que surgen a veces entre las religiones el camino de Carlos -que recuperó la fe de su infancia gracias a la impresión que le causó la fe en el mundo musulmán- nos abre al respeto mutuo en el diálogo interreligioso…
«Sinceramente, la mayoría de los hermanos de Jesús y del Evangelio apenas hemos apoyado la causa de la canonización del hermanos Carlos»
¿Es el momento del anuncio de su canonización una casualidad? Durante esos meses de pandemia, muchos creyentes nos hemos quedado sin poder asistir físicamente a la eucaristía. Carlos, en su empeño de ir hacia los más pobres y alejados, se puso en tal situación que durante meses estuvo privado de poder celebrar la misa… ¡Curiosa coincidencia!
La frase del Evangelio que más sacudió mi vida es ésta: ‘Lo que hacen al más pequeño de los míos, a mí me lo hacen’ (Mateo 25,40). Y cuando se piensa que es la misma persona la que dijo: ‘Este es mi cuerpo, ésta es mi sangre’, con qué fuerza se siente uno impulsado a amar a Jesús en estos pequeños (Carlos de Foucauld)
¿Por qué me atrae la figura de Charles de Foucauld?
Desde el seminario me impresionó y apasionó la figura de este humilde sacerdote francés que ha sido canonizado por el Papa Francisco el día 15 de mayo, ceremonia en la que he podido participar y celebrar junto al obispo de Roma. Recuerdo que, gracias a un compañero de seminario hoy sacerdote, leí con mucha profundidad la biografía escrita por Jean François Six.
De inmediato, me sentí identificado, interpelado y animado por el ejemplo testimonial de este verdadero testigo humilde de Jesús de Nazaret. Se sumó a esto como providencial la invitación que me hacía don Pedro Casaldáliga obispo de Sao Félix do Araguaia, de participar de la fraternidad Iesus Caritas en la que hoy camino en comunión.
Tres cosas me tocaron el corazón y aun hoy siguen interpelándome: Charles de Foucauld, era un verdadero buscador, un hombre abierto a toda la humanidad, llamado el hermano universal y un hombre que buscó a ejemplo de Cristo ser uno de tantos, buscando en todo el último lugar.
Fue un verdadero buscador, un buscador incansable. Al inicio busco su plenitud a través de lo humano, primero, erróneamente, a través del desenfreno y las pasiones -como el hijo prodigo del Evangelio-, pero al descubrir que estas no calmaban el ansia de su corazón, pasa a la búsqueda de su plenitud a través de lo intelectual y social de su época., logrando hacer una gran y peligrosa exploración por Marruecos y Argelia en el gran Sáhara. En la que obtuvo un gran premio de la sociedad de geografía francesa, ya que era el primer francés que recorría todo el vasto desierto del Sáhara y lo documentaba de forma científica. Al darse cuenta de que ni aún estos logros humanos llenaban su alma, se deja interpelar por el ejemplo del islam y como con rigurosa fidelidad sus fieles rezaban sus oraciones a diario. Esto le llevó a cuestionarse su agnosticismo religioso y comenzó a cuestionarse su actitud y comenzaba a balbucear la más poderosa oración: Dios mío si existes, haz que te ame -rezaba a diario-. Dios escuchó su oración, y un día llegó el “golpe de Gracia”: invitado por el Padre Huvelin confiesa y comulga, teniendo una conversión tumbante como San Pablo.
Pero esto no quedó ahí, su deseo de búsqueda parecía infinito. Buscando imitar a Jesús, se hace trapense, no encontrando en este lugar su pleno anhelo de imitación de Jesús (para él la trapa no llenaba la vida del Jesús obrero de Nazaret). El infinito buscador siguió buscando: se hizo criado de unas clarisas en Jerusalén y tampoco encontró en ello su plenitud, hasta que encontró su propio camino. Fue ordenado como Sacerdote libre de la diócesis de Viviers, y desde allí regresa a donde había iniciado su conversión, vuelve al desierto, al lugar donde comenzó de forma incipiente su camino de salvación, iniciada a través de hombres religiosos del islam. Sintiéndose enviado para llevar la plenitud de Dios a aquellos buenos islámicos, que adoraban al mismo Dios y que él quería mostrarle a Jesús, la plena Revelación y Salvación que nos regala el Padre del cielo.
Charles de Foucauld ha sido catalogado como el hermano universal, predicó el Evangelio de Jesús sin palabras, solo a través de su vida y hermandad universal.
Para llegar a esto, renuncia a la evangelización directa y moralizante -propia de su época-, deja la sotana clerical y adopta el humilde hábito de los padres Blancos, que al final de su vida incultura más aún, adoptando la forma de vestir de sus hermanos tuareg, mostrando que la vida y nuestro testimonio, es el único Evangelio que muchos hombres y mujeres leerán, por encima de los hábitos o elementos distintivos, que pueden hacer en algunos casos, alejarnos de la gente y por tanto, de Jesús mismo.
Foucauld se dejó impresionar por el texto del Evangelio en el que Jesús invita a sus discípulos a buscar el Último lugar. Él dejo la rica Francia, dejo un futuro exitoso eclesial, un porvenir holgado como capellán de la legión francesa (cargo que podía haber obtenido al ser militar) para ir a donde nadie ni siquiera se planteaba ir, a vivir entre los más pobres, entre paganos e infieles-como se decía en su época- e irradiar a través de la presencia de Jesús Eucaristía, el Sol de la Gracia y la Salvación.
Carlos de Foucauld es canonizado como sacerdote diocesano y podríamos decir que es el santo de los que en muchos momentos nos sentimos fracasados, los que en muchos momentos no vemos fruto a nuestra misión pastoral.
Es el santo de lo pequeño, de lo sencillo, de lo humilde, de lo que parece no tener éxito mediático ni marketing eclesial. Él, en su vida, no pudo ver ninguna conversión del islam al cristianismo, pero fue a la misión sabiendo que no tendría éxito humano, sabiendo que unos siembran y a otros les tocará recoger.
Se cuenta que sólo bautizó a un niño enfermo, que murió pocos días después. No tuvo discípulos en su ideal de formar una comunidad religiosa, llegó a sentir la soledad total, tanto es así que no pudo celebrar la Eucaristía durante meses (ya que era obligatorio que participará un fiel en la Misa) y él no tenía a nadie que acudiese a la misma.
Teniendo la posibilidad de quedarse en Tamarasset para poder celebrar la Eucaristía (gracias a la asistencia de soldados franceses) o de ir a el Hoggar y no poder celebrar la Misa por falta de asistente, decide hacer como Jesús, ser hundido en el corazón de los pueblos y de los hombres, de manera ordinaria y sencilla. Escoge la privación Eucarística y en mayo de 1907, parte para vivir una vida Eucarística por encima de la celebración ritual del sacramento. Celebra la Eucaristía vivencialmente en su vida, haciendo de su vida una Misa sobre el altar del universo. El 1 de diciembre de 1910 fue violenta y dolorosamente asesinado por una banda de maleantes, que acabaron con la vida de quien sólo dio amor y brindo la amistad de Jesús a todos. Cuentan que tres semanas después, un militar francés llegó y encontró entre las arenas del desierto, una pobre custodia con El Santísimo Sacramento, el militar devotamente la tomó y recordó las palabras de Jesús “Si el grano de Trigo no cae en tierra y muere queda infecundo, pero si muere dará mucho fruto” (Jn 12,23-24). Así ha sido, después de su muerte han nacido más de 22 congregaciones religiosas con su espíritu y millones de personas han vuelto a la fe gracias a su ejemplo e intersección. Su mayor milagro son los millones de conversiones de quienes leen su vida y se acercan a su testimonio de amor a todos.
Que el ejemplo del hermano universal nos ayude a encontrar nuestro propio camino de seguimiento e imitación de Jesús, tal como nos recordaba el Papa Francisco en la homilía de la canonización, no siendo santos de fotocopia sino, volviendo al verdadero Jesús del Evangelio, llevando su palabra a través de la amistad y testimonio de nuestra vida
San Carlos de Foucauld patrono de los insatisfechos, fracasados y quienes quieren recomenzar: ruega por nosotros
Jonny Pereira Socas.
Sacerdote de la fraternidad Iesus Caritas (Diócesis de Coria-Cáceres)
El escribió: «Me propongo mantener en mí la voluntad de trabajar para transformarme en María, para convertirme en otra María viva y trabajadora» .
– La profecía del Hermano Carlo y de los Hermanitos y Hermanitas esparcidos por el mundo.
Fue un oficial del ejército francés, cínico y juerguista, valiente explorador de África, fascinado por los desiertos, converso, monje y misionero, hermano universal en tierra musulmana. Y hoy para la Iglesia, al final de un complejo proceso eclesiástico, puede ser llamado Beato.
Charles de Foucauld no tuvo seguidores en vida, pero en cambio, cuando murió, muchos detractores; acusado en varias ocasiones de haber sido espía, nacionalista, incluso homosexual: sospechas difamatorias e infundadas que sin embargo entorpecieron y retrasaron su proceso de beatificación, quizás precisamente por su turbulenta y tan atípica vida, con repentinos y sensacionalistas giros hasta hacerla casi parecerse al argumento de una película o de una novela de aventuras.
Vástago de una familia noble y rica de Alsacia, de Foucauld había visto la luz en Estrasburgo el 15 de septiembre de 1858. Una fecha mariana: el 15 de septiembre, de hecho, es el aniversario litúrgico de Nuestra Señora de los Dolores; el año 1858 es, como bien saben los devotos de Lourdes, el de las apariciones de la Santísima Virgen a Bernardita, en la gruta de Massabielle.
A los 5 años Carlos perdió a su madre y al año siguiente también a su padre, por lo que quedó encomendado a unos parientes y creció inquieto y solo, albergando en su corazón una mezcla de emociones hirvientes. Lo expulsan del internado y, a los 19 años, se embarca en la carrera militar como voluntario. Lleva una vida disipada y desenfrenada y por su conducta rebelde es finalmente expulsado del ejército.
En este punto decide convertirse en explorador en África, y está tan comprometido con el proyecto que recibe una medalla de oro de la Sociedad de Geografía de París por sus estudios. Mientras tanto, desde lejos, una prima suya, Madame Bondy, que se preocupa profundamente por la salvación de su alma, está constantemente cerca de él con sus oraciones.
El camino de Nazaret
El inquieto explorador queda fascinado por el desierto africano, del mismo modo que lo fascina la religiosidad de los pueblos islámicos con los que entra en contacto, invocando el nombre de Dios, rezándole cinco veces al día. «¡Y yo -confiesa- no tengo religión! ¡Oh Dios mío, si existes, déjame conocerte!». Es la primera oración que brota de su corazón rebelde.
El encuentro decisivo tuvo lugar en 1886, con un santo sacerdote, Don Huvelin, de quien se hizo hijo espiritual y bajo cuya guía inició un radical camino de conversión. Luego, en septiembre de 1888, fue a Tierra Santa como peregrino; y en Nazaret queda literalmente impresionado por la vida pobre y escondida de Jesús con María y José. Esta vida la quiere llevar y por eso se propone encontrar una trampa que le permita hacerlo. Encuentra una mariana: Nuestra Señora de las Nieves , en Ardichè, a la que ingresa el 15 de enero de 1890, recibiendo el nombre de Fra Maria Alberico.
Vida austera, de silencio y de trabajo ininterrumpido, con un profundo deseo de conformarse con Jesús, un deseo de radicalidad tan íntimo y ardiente que en cierto momento, como le confió al abad Huvelin, se dio cuenta de que la Trapa no era el lugar donde ser capaz de realizar este anhelo que apremia en su corazón. Debe ir a Nazaret, a la tierra de la vida escondida.
Llega allí en 1897 y es acogido por las monjas Clarisse, que lo mantienen como sirviente de los servicios exteriores. Su hogar es una choza al lado del convento donde pasa largas horas en oración y meditación. Se apasionó por las obras de un gran cantor de María, San Bernardo, y él mismo se definió como un «trabajador hijo de María».
Nacer en un día consagrado a la Virgen no podía tener poca importancia y ciertamente no había dejado de surtir efecto. En efecto, es María quien marca el itinerario humano y espiritual de este singular contemplativo, que ahora se llama Carlos de Jesús y que, en el silencio y la contemplación, va madurando lentamente en sí mismo la aspiración al sacerdocio.
Convertirse en otra María»
Entre sus notas hay hermosas páginas sobre su devoción a la Virgen; páginas que contienen la doctrina sobre la vida de consagración a María, sobre el lugar que María ocupa como camino real hacia Cristo: si Jesús vino a nosotros por ella, haciéndose uno con ella y naciendo de ella, ¿cómo podríamos encontrar, por ir a Él, un camino mejor que el que Él mismo escogió para venir a nosotros?
Leamos lo que escribió al respecto en una de sus más bellas páginas marianas:«Donación universal a María: Propongo guardar en mí la voluntad de dar a María todas mis acciones, todas mis obras satisfactorias, toda mi vida espiritual, para que ella ofrezca y dé todo a Jesús. Unión con María: unión de toda mi vida y todas mis obras con María: me propongo guardar en mí la voluntad de hacer y ofrecer todas las cosas con María, por María y en María… Unión con toda mi vida y con todas las obras de María: me propongo guardar en mismo la voluntad de estar unido en toda mi vida espiritual y en todo mi apostolado con María en su totalidad, con toda su vida interior y con todo su trabajo. :Me propongo guardar en mí la voluntad de trabajar para transformarme en María para convertirme en otra María viviente y obrante, para transformar mis pensamientos, mis deseos, mis palabras, mis acciones en Ella y por Ella, mis oraciones, mis sufrimientos, toda mi vida y mi muerte…».
«Hacerse otra María»: en este extraordinario programa de vida espiritual parece casi releer la intención del «loco de la Inmaculada Concepción», san Maximiliano Kolbe, quien -como dijo Pablo VI en la homilía de su beatificación en 1971 – en la Iglesia estuvo “entre los grandes santos y espíritus videntes que comprendieron, veneraron y cantaron el misterio de María…”.
Y en la misma línea sigue Charles de Foucauld, apóstol también, como el padre Kolbe, de una nueva era mariana.
La profecía del hermano Carlos
De Foucauld fue un ejemplo de vida mariana ardiente. El misterio de María en Nazaret y el misterio de María en la Visitación dieron rostro y contenido a su configuración y dinámica espiritual.
En la Visitación de María encuentra el modelo para quien quiera viajar por todo el mundo para llevaros el buen olor de Cristo: » Esta fiesta -dice- es también la fiesta de los caminantes. Enséñanos, oh Madre, a caminar como tú viajado, en el olvido absoluto de las cosas materiales, con la mirada del alma fijada incesantemente en Jesús solo, a quien llevabas en tu seno contemplándolo, adorándolo, en continua admiración hacia Él, pasando entre las criaturas como en un sueño, viéndolo todo. ese no es Jesús como en una niebla, mientras resplandecía, centelleaba, resplandecía en tu alma como un sol, abrazaba tu corazón e iluminaba tu espíritu…».
En el misterio de la Visitación, el hermano Carlos descubre un contenido de vida que también irradia sentido a nuestras Comuniones eucarísticas: «Esta bendita fiesta de la Visitación – escribe– es también la fiesta de todos nosotros, privilegiados, favorecidos, afortunados que podemos comunicarnos entre nosotros: es la fiesta de María que lleva consigo a Jesús, como nosotros después de la Sagrada Comunión. Oh Madre amada, tú que tan bien llevaste a Jesús, enséñanos a llevarlo dentro de nosotros cuando nos comunicamos, tanto cuando lo recibimos como siempre. Él está dentro de nosotros como estuvo dentro de vosotros con su cuerpo; él está siempre en nosotros como lo estuvo también en vosotros con su esencia divina… Enséñanos a llevarlo con tu propio amor, con tu recogimiento, con tu contemplación, con tu continua adoración, honrándolo con esa corona de toda virtud con que le haces como un lecho de flores en tu alma…».
En 1901, a la edad de 42 años, Carlos de Jesús tomó las Órdenes Sagradas y volvió de nuevo a África, al Sahara. Su lugar está allí, porque al convertirse eligió «la vida de Nazaret» en una región africana, la región marroquí, que ya había conocido durante su servicio militar.
Quería para sí el último lugar, vivir junto a los pobres, pobre él mismo, hasta el día de su trágica y violenta muerte, acaecida el 1 de diciembre de 1916, a manos de una banda de merodeadores que penetraron en su ermita de Tamanrasset. en el desierto del Sahara.
Fascinado por la espiritualidad nazarena, De Foucauld pensó en traducirla en un instituto religioso que, sin embargo, nunca vio la luz. Concibió la idea, escribió la regla, partió en busca de discípulos; pero el proyecto no se concretó hasta después de su muerte. Hecho quizás único y en todo caso singular en la historia de la Iglesia. En efecto, después de varios años, este monje ermitaño se convirtió en el fundador de una nueva familia religiosa compuesta por muchos hermanos y hermanas pequeños dispersos por todo el mundo, con diferentes denominaciones y un estilo único: la pobreza. Religiosos que «no ejercen un apostolado específico», sino que dan testimonio con su presencia, con su propia vida, de la actualidad del Evangelio, desde el desierto hasta las periferias urbanas,
1Sobre Bernadette Soubirous, la vidente de Lourdes, Charles de Foucauld es el santo más fotografiado. Is también uno de aquellos sobre los que más ha escrito, sobre todo porque ya tiene una producción textual de tal magnitud y tal diversidad que en él se puede abarcar todos los campos exploratorios de la interpretación. Entre el estilo hagiográfico de los primeros libros dedicados a la ermita del Sahara –el más conocido es el de René Bazin– y las más recientes intenciones de racionalización –como la edición de Lionel Galand de los mensajes tuareg dirigida al padre Carlos de Foucauld– , cabe una incursión más poética en la relación especular que existe entre el hombre y su vestimenta, entre su ropa y su aparición en una personalidad con un sentimiento interior de metamorfosis [1 ] .
2Hombre de múltiples números y ápodos, de rostro cambiante, de búsqueda vacilante, Charles de Foucauld plasmó en su ropa su búsqueda de lo absoluto. Vinculado a las diversas circunstancias de su vida, sus trajes adquirieron el orden y la racionalidad que él propugna desde el momento en que se los pone. Todos ellos, sin embargo, al desaparecer, quedan fragmentariamente o alusivamente en la memoria del siguiente vestido, asegurando la continuidad de una propuesta que sólo se expresa en etapas sucesivas, integración, borrado, pero no negación asesina.primeras intuiciones.
3También, cuando en una carta del 13 de mayo de 1911 dirigida al Padre Antonin Audigier, religioso de La Trappe de Notre-Dame des Neiges, Charles de Foucauld hace balance de su vida, podemos confiar en su palabra para elaborar una interpretación de su relación . a la vestimenta: «Me preguntas cómo es mi vida: es la vida de un monje fundada en estos tres principios: imitación de la vida oculta de Jesús en Nazaret, adoración del Santísimo Sacramento expuesto, establecimiento entre los infieles pueblos de los más abandonados haciendo todo lo posible por su conversión. ” [2]
4La misión, la vida pobre y escondida, y el otro en su alteridad por alcanzar -incluso por conquistar- son los tres elementos que ponen en movimiento a Charles de Foucauld y que determinan en él una lógica del ser y del aparecer que nosotros observará tres aspectos: las metamorfosis del deambular, el camino de la unidad y el arte de domar.
La metamorfosis del deambular (1876-1901)
5Todos los biógrafos de Charles de Foucauld coinciden en subrayar la profunda herida psicológica que la muerte de sus padres dejó en su carácter cuando él y su hermana eran todavía unos niños [3] . El ingreso en Saint-Cyr en 1876 y la vida como segundo teniente en Saumur de 1878 a 1880 fueron marcados por una serie de trastornos internos y de comportamiento que lo enfrentaron con la dignidad de los uniformes militares que vestía. Su correspondencia de la época testimonia un descubierto, un vacío interior y un silencio que Charles de Foucauld llena con todo tipo de excesos y excesos sartoriales [4]. Mientras escribe a A. Hallez: “Nada nuevo aquí, además esperamos tener la inspección general: no será nada divertido. [ 5] En la Pascua de 1877, recibió la nota más baja por su vestimenta . Se descubrió moral y físicamente, como lo indicaron sucesivamente los informes de castigos e instrucciones, en particular después de la muerte de su abuelo, Monsieur de Morlet, el 3 de febrero de 1878: «camas y conejeras mal hechas», «mal comportamiento» , “pantalones sucios”, “pelo demasiado largo” [ 7 ] . Habiendo tomado posesión de su herencia, y habiendo sido nombrado segundo teniente el 1 deOctubre de 1878 en Saumur, va de fiesta en fiesta y de aburrimiento en aburrimiento. Fue allí donde, después de una velada excéntrica, lo encontramos disfrazado de vagabundo pidiendo pan en un pueblo de Maine-et-Loire [8] .
6Esta anécdota, por muy secundaria y lúdica que sea, revela, en el juego de transformación que propone, una profunda atracción en Charles de Foucauld por el gusto por el desnudez y la pobreza, lo contrario de la apariencia, que estructuran su destino que mucho más tarde, en 1895, sus hermanos trapenses interpretados como una tendencia patológica, cuando Charles de Foucauld le dio el rigor de un ascetismo insoportable: «Nuestro padre Albéric… Este buen Padre Albéric, modelo de virtud y regularidad, cae cada vez pero in an ilusión peligrosa. Sueña con la fundación de una nueva orden diez veces más austere que la nuestra y bajo este pretexto se niega a hacer su profesión solemne y en consecuencia a avanzar en las órdenes. Es absolutamente necesario que San Francisco Javier nos cure de esta enfermedad mental.» [9] Mientras espera estos excesos de virtud, Carlos de Foucauld luce el rostro gordo y angustiado del goce.
7El primer contacto con Argelia tuvo lugar en Sétif en 1880, con el 4º Regimiento de Húsares que se convirtió en el 4º Chasseurs d’Afrique. Charles de Foucauld, habiendo llevado consigo a su amante Mimi y negándose a someterse a las órdenes del ejército, volvió a Francia, puesto en licencia por «indisciplina y falta notorie» [10 ] . Reintegrado al ejército con motivo de la revuelta de Bou Amama en el sur de Oranais en mayo de 1881, tras ocho meses de campaña descubre a los árabes y al no poder obtener permiso para hacer un viaje al sur y observarlos, dimite. se instaló en Argel para preparar su gran viaje a Marruecos.
8Tenemos allí un primer lugar de anclaje del proyecto personal pero también un primer borrado de la camisa de fuerza de la ropa. Charles de Foucauld es seducido por el Islam. Su viaje a Marruecos, cuidadosamente preparado durante los quince meses y que tendrá lugar del 25 de junio de 1883 al 23 de mayo de 1884, le valdrá el reconocimiento de la Sociedad Geográfica Francesa y dará comienzo a su segunda carrera, la delaventurero. El abandono del traje militar por el aventurero da lugar a uno de sus primeros bocetos de indumentaria, la de un judío marroquí que pondrá para hacer su exploración de incógnito.Aquí está la descripción que tiene el dio Oscar Mac Carthy: «Una camisa larga con mangas ondeantes, culottees de lino que llegan hasta la rodilla, un chaleco turco de tela oscura, un vestido blanco con mangas cortas (la djellaba), medias blancas, zapatos desnudos y un turbante de seda negra. ” [11]
9Esta primera invención del traje revela lo que seguirá siendo una constante en la búsqueda de la indumentaria de su condición interior y religiosa, la adaptación a los lugares y costumbres locales. Sabemos el impacto que tuvo en su conversión este viaje a Marruecos y su encuentro con el Islam. En un mapa autobiográfico dirigido por su amigo Henry de Castries, fechada el 14 de agosto de 1901, sintetiza así su camino desde la vida de aventura hasta el deseo de Dios marcando las vacilaciones: “En los comienzos, la fe tuvo muchos obstáculos que vencer ; Yo, que había dudado tanto, no lo creía todo en un día […]. Quería ser religioso, vivir sólo para Dios” [12] .
10Del «desnudarse» al «vestirse» en el sentido literal y figurado del término, Charles de Foucauld vio múltiples apelaciones y rechazos de su vocación desde 1888, año de su conversión, hasta 1901, cuando se convirtió en sacerdote libre de la diócesis. de Viviers, afincada en Béni-Abbès.
11Estos años de aparente deambular y de metamorfosis físicas, tras los signos de la inconstancia, revela en realidad la continuidad de una búsqueda cuyas distintas etapas son significantes y portadoras de signos. Mi trapense en Nuestra Señora de las Nieves con el número del hermano Marie-Albéric, trabajó en el trapense de Akbès en Siria de 1890 a 1896, estudiante en Roma y liberado de sus votos trapenses entre 1896 y 1897, peregrino en Tierra Santa en 1897 , después de hacer votos privados de castidad y pobreza perpetua, se desempeñó como criado de las Clarisas en Nazaret de 1897 a 1898, Charles de Foucauld regresó a Francia en 1900 para prepararse para el sacerdocio y regresar a África como sacerdote y ermitaño en Beni. -Abbes en 1901.
12Detrás de la transformación física, que sin embargo ya en el cuerpo la huella definitiva de la indumentaria monástica, queda una constante: el deseo de humildad, de pobreza y de sepultura en Dios que a veces preocupado tanto a sus interlocutores el gusto por el ascetismo que la acompaña rayó en el morbo. deseos El 6 de junio de 1897 escribió en su diario el día de Pentecostés: “Piensa que debes morir mártir, despojado de todo, tirado en el suelo, desnudo, irreconocible, cubierto de sangre y heridas, asesinado violenta y dolorosamente. [ 13] ¿Es esto un presagio de su final en Tamanrasset diez años después?
13En todo caso, durante este tiempo, años de formación e investigación personal cuando Charles de Foucauld escribió su primer proyecto para una Congregación religiosa que inventó su traje con el Sagrado Corazón rojo cosido en su túnica. “Este corazón escrito en mi vestido, está ahí para que me acuerde de Dios y de los hombres para amarlos. » [14]Es también la época de las diversas firmas que siempre dicen algo sobre el hombre y de las que notaremos las últimas transformaciones alrededor de 1913-1914: «Hermano Marie-Albéric» cuando es trapense, «Hermano Charles» después de dejar la Trapa, » Charles de Jesus» o «El hermano Carlos de Jesús», de 1899, y «Charles de Foucauld» o «El hermano Charles de Foucauld» de 1913, como un regreso desilusionado a la identidad civil y frente solitario al fracaso de su fundación proyectos [ 15 ] .
14Pero es la época de Béni-Abbès cuando se estabilizó en el interior industrial y exterior de Charles de Foucauld.
El Camino de la Unidad (1901-1904)
15La instalación de Béni-Abbès, al sur de Oranie, cerca de la frontera con Marruecos, fija una serie de datos en la construcción identitaria de Charles de Foucauld, de cuyo cuaderno de notas que conservó escrupulosamente entre 1901 y 1905 da cuenta. Charles de Foucault se encuentra atrapado entre lo que sueña, de lo que dan testimonio de sus numerosos escritos, y lo que vive a diario, tanto en la pobreza como en el espíritu de Nazaret; the misión, que lo puso de nuevo en estrecho contacto con el ejército, lo convirtió tanto en un missionero pacífico como en celoso informante de l’ejército, as lo demuestra su correspondencia con Henry de Castries y, en particular, una carte del 13 de abril de 1902 sobre geografía. reconocimiento del lugar [16] .
dieciséisEn Béni Abbès, su primera misión fue recomprar esclavos y construir un locale para instalar la Hermandad en la que pensaba desde sus años trapenses. Sus cuadernos revelan su apego cada vez más profundo a la devoción al Sagrado Corazón de Jesús con la que se vistió y su traje refleja su doble filiación contemplativa y misionera. Su vestimenta, de hecho, desde su regreso a África, se ha acercado a la de los padres blancos. Con el peinado colonial de paneles anchos que protege del sol como un pañuelo árabe, lleva un enorme rosario en la cintura y el Sagrado Corazón rojo cosido en su túnica blanca. Lleva cuerda o sandalias abiertas. Ayuda a los pobres y descubre la miseria local.La mayoría de las fotos revelan que ha sido descuidada o arrugada para recuperar el desierto con el ejército. Su diario y su correspondencia contienen datos importantes que revelan su esperanza fundante. Por un lado el diario da una descripción de las túnicas que diseña para la comunidad tomadas de suRegulations y Directorios [17] : «túnica con capucha, sobrepelliz, cruz de tela roja cosida a 10 cm del escote [18] «, por otra parte su correspondencia precisa que los hermanos y hermanas que vendrán, por la hostilidad de los El gobierno español (estamos en plena crisis con la ley que separa Iglesia y Estado), tendrá que occultar «como en los días de las catacumbas» y que «no llevarán el hábito religioso, niuniform, sino trajes variados como los de los naturales, y todos pasarán, invariablemente, no por lo que son, sino por obreros y obreras» a su servicio [19 ] . El espíritu de pobreza y humildad reina en Béni Abbès, como en el jardín de las Clarisas.Charles de Foucauld lo dice una y otra vez, la ermita de Béni Abbès es “una casa de humildad, no está hecho para ella quien no quiere humillarse” [ 20] .
17El espíritu es, por tanto, de desaparición, de borrado en un modo de inculturación al color local que es tanto un signo de sumisión como de prudencia misionera, porque Carlos de Foucauld no pierde de vista llevar a los musulmanes a Dios. lograr esto le planta muchas preguntas relacionadas con las apariencias, como señala el 19 de junio de 1903: «Debemos traer a los musulmanes a Dios, buscar ser estimados por ellos sobresaliendo en ciertas cosas que estiman: por ejemplo, siendo audaces, un buen jinete , buen tirador, un poco generosamente liberal, etc., o bien practicando el Evangelio en su abyección y pobreza, trotando a pie y sin equipaje, trabajando las manos como Jesús en Nazaret, viviendo en la pobreza como un pequeño trabajador ? ]
18A través del juego de la imaginación, Charles de Foucauld une sus reflexiones sobre el soldado, su pasado y el espíritu evangélico que lo anima. Sin embargo, su elección interna está hecha y, con raras excepciones, donde todavía monta un caballo para ir de un punto a otro más rápido, comme pendante la batalla de Taghit en 1903, donde va a ayudar a los heridos, commenenda caminar más a menudo. por espíritu de pobreza: «Es necesario contar (para el número de camellos a llevar) que todos los misioneros y sus sirvientes estarán montados, que no impidan que uno y otro hagan la mayor parte del trabajo etapas posibles a pie, e imitar a nuestro Señor Jesús, y por la penitencia, la abyección y la pobreza. ” [22]
19Beni Abbès aparece como un lugar de anclaje para la vida de un ermitaño misionero de Charles de Foucauld, tía que él defiende enérgicamente de ser misionero, vindicando más bien el estatus de contemplativo. La foto más famosa de él lo representa muchos demacrado y con la mirada en llamas en su hermita.
20Las giras de doma del ejército por el desierto, hacia el Sur y el Sáhara central, con las tribus nómadas que Charles de Foucauld acompañó desde 1905, marcaron un punto de inflexión decisivo en la etapa final de su vida, al ponerlo en contacto con los nómadas. Para llevar a cabo su misión, Charles de Foucault aprendió Tamachek, la lengua bereber de los tuaregs; Habendo perdido la esperanza de volver a Marruecos, instalada en el Hoggar de Tamanrasset con el objetivo de seguir su vida de ermitaño y evangelizar a los tuaregs. Ciertamente es allí donde su grado de integración fue más fuerte.
El arte de domar (1905-1916)
21La constituye a Tamanrasset para Charles de Foucauld una especie de nuevo comienzo: vida pobre y solitaria, busca un compañero para celebrar la misa pero toda idea de estructura monástica parece haberlo abandonado, como escribe el 3 de diciembre de 1905 a Louis Massignon: “ En realidad, lo que busco es un alma de buena voluntad, dispuesto a compartir mi vida, en la pobreza, en la oscuridad, sin reglas fijas, siguiendo su atracción como yo soy mío. » [23]
22Lo que dominará estos años es la alternancia entre los largos momentos de soledad proporcionados por su trabajo de investigación y sus múltiples correspondencias, y el trabajo de domesticación pacífica de los tuaregs. El encuentro con la población es amistoso gracias en particular a Moussa Ag Amastane, amenokal de Hoggar quien facilitó el contacto entre Kel-Ahaggar y el general Laperrine un cargo de la misión de domesticación. Charles de Foucauld también toma sus principales objetos lingüísticos: el diccionario bilingüe francés Tamachecq y la recopilación y traducción de poemas tuareg que completarán la visera de su muerte. A partir de ahora se convierte en la ermita de Hoggar. Lleva las sandalias anchas de los tuaregs, el irratimen en piel de vacuno, [24] . Para los tuaregs, es “el morabito cristiano” que les trae agujas, medicinas y amistad. Sus elocuentes las cartas en tifinaghs que el escritor y Charles de Foucauld transcriben meticulosamente, el domador es amansado y el hermitaño se ha convertido en el sabio del Hoggar, como puede poures en las cartas que Moussa Ag Amastane le dirige allí con el pide que ore por él: “Soy Moussa, amenokal de los Ahaggar, digo: Envío a mi amigo y compañero el morabito, siervo de Jesús, muchos, muchos saludos […]. ¡No me dejes! Os pido una cosa: rezad mucho por mí. » [25]
23Cuando Charles de Foucauld avanzó en la vida solitaria y la renuncia a ver un día el establecimiento de una comunidad de hermanos o hermanas, algo se ve más simplemente en él. Su vestimenta no es más que la vestimenta práctica, ya veces sin señal, de su abandono su destino como lo demuestra la última foto que se le tomó en 1916, poco antes de su muerte, donde no aparece el corazón rojo. Su última carta escrita el 1Diciembre de 1916 da testimonio también de su disposición interior a la aniquilación: «Estos sufrimientos, estas antiguas y recientes angustias aceptado con resignación, ofreciós a Dios en unión y por las intenciones de los dolores de Jesús, no son las únicas, sino las más preciosas que el Buen Dios os ofrece para que vengáis ante Él con las manos llenas… Nuestro aniquilamiento es el medio más poderoso que tenemos para unirnos a Jesús y hacer el bien a las almas.” [ 26 ]
24Charles de Foucauld habrá mostrado a lo largo de su vida una predisposición a revestirse de los símbolos que lo habitaban internamente para finmente quedarse solo y sin más signo que el de su presencia, de la que habrá dejado huellas profundas en la memoria a pesar de los contrastes de la interpretación, como apunta Ali Merad en Charles de Foucauld au consider de l’Islam : «Pero al leer los numerosos escritos biográficos que pretenden glorificar la figura de Charles de Foucauld, y donde se encuentran al lado las piadosas apologías del Hermanito de Jesús Junto a las vibrantes evocaciones del gran servidor de la obra colonial francesa en África, sobresale la impresión de un vacío indefinible. ” [27]
Calificaciones
[1]René Bazin , Charles de Foucauld, explorador de Marruecos, ermitaño en el Sahara , París, 1921. Cartas al marabú, Mensajes tuareg al padre de Foucauld , París, Belin, 1999.
[2]Cartas put hermanos desde La Trappe , París, 1969, p. 273.
[3]Véase Jean-François Six , Itinerario espiritual de Charles de Foucauld , París, 1958, p. 18
[4]Véase la meditación de 1897 citada por Jean-François Six , sobre este período: “Me hiciste sens un vacío doloroso, una tristeza que nunca sensí excepto entonces. » Jean-François Six , Itinerario espiritual, op. cit. , pág. 30
Este año se realizará en el mes de mayo la canonización de Carlos de Foucauld, y por eso es importante conocer la vida de este hombre del todo singular, muy conocido claro en su patria francesa como en el norte del África donde vivió mucho tiempo y, por supuesto, menos relevante entre nosotros; sin embargo, esta es una buena ocasión para adentrarnos en las instancias de su vida, ya que, en definitiva, los santos, más allá de su nacionalidad, son de toda la Iglesia, y Foucauld tuvo notas muy singulares en su existencia que valen la pena mencionar.
Él hace más de un siglo que vivió (+1917), y a poco tiempo de su muerte (1921) René Bazin escribe su biografía que tuvo un enorme suceso e implicó un gran influjo espiritual en su tiempo dando a conocer a quien ahora será reconocido y proclamado santo. Bazin pudo recorrer los lugares donde vivió Foucauld y entrevistar a muchas personas que lo conocieron. Muchos califican la suya como la mejor biografía, y como se encuentra escrita por alguien que era un católico ferviente, un católico que cuando escribía se notaba que lo era, ahora su biografía se convertirá en una hagiografía. “Carlos de Foucauld” de René Bazin sigue haciendo un bien inmenso.[1]
Nacimiento, familia, el liceo.
Carlos de Foucauld nace en Estrasburgo en 1858 aunque su familia no es de origen alsaciano, sino de la zona francesa del Perigord. Entre sus parientes que lo precedieron podemos mencionar a aquel participó de la cruzada nada menos que acompañando a San Luis rey de Francia, y que incluso murió en batalla contra el Islam; a su vez, podemos destacar entre sus ancestros a otro familiar suyo que estuvo en Reims junto a Santa Juana de Arco cuando fue la consagración del “Delfín”, en momentos especiales de Francia. Un tercer miembro de su familia había sido un clérigo destacado en Arles que fue martirizado durante la revolución francesa.[2]
Él quedó huérfano de padre y madre de niño y entonces quedó bajo la tutela y cuidado de su abuelo y cuando estalla la guerra franco prusiana (1870) se instalan en Berna y luego en Nancy donde realiza el liceo alternando en algún momento con Estrasburgo. De esa época de formación es su enorme interés por la literatura, incluyendo entre sus lecturas a los clásicos latinos y griegos. Pronto tendrá en su alma un marcado escepticismo e influenciado por ciertas corrientes considera que no se puede llegar al conocimiento de la verdad.[3]
Sin embargo, él tiene los mejores recuerdos de su infancia, de su familia, de los momentos compartidos con ellos, de las oraciones que aprendió, como así también de la primera comunión y su preparación previa; además, y en cuanto a la faz religiosa, conservó siempre un especial respeto hacia la figura del sacerdote. Recuerda: “Hijo de una madre santa, de quien aprendí a amarte y a rezarte, no bien pude entender una palabra. Mi primer recuerdo es el de esta oración que ella me hacía rezar mañana y tarde…cuando iba con mi padre y mi abuelo a Misa…veo a mi abuela y a mis primas yendo a Misa todos los días…”[4]
Se señala este aspecto ya que Carlos, tuvo una adolescencia muy ajetreada y en plena adolescencia pierde la fe, pero no de una manera superficial o dando lugar a equívocos con la expresión, como aquellos que por no “sentir” nada cuando rezan piensan haber perdido la fe que, en realidad, poseen. No, en Foucauld, esta pérdida es profunda. Expresamente afirma que “de la fe no quedaba huella en mi alma”[5]. Este tiempo de apartamiento tremendo de Dios y de la vida de la gracia sería muy intenso e incluso prolongado. Declararía luego que “por espacio de trece años no creyó en Dios “.[6] Él incluso describe el estado de su espíritu en ese tiempo juvenil. “A los diez y siete años yo era todo egoísmo, vanidad, impiedad, malos deseos; estaba como enloquecido”.[7] Y si hiciera falta algún detalle más: “pecaba en el espíritu y en la carne”, completo digamos. Aquí se encuentra en las antípodas de toda búsqueda de Dios.
Foucauld militar: formación castrense y su primer destino en África.
Del liceo egresó como bachiller, y si bien su abuelo quería que ingresara a la Escuela Politécnica, él optó con diez y ocho años (1876) a realizar el examen de ingreso a la academia militar Saint Cyr en Paris, prosiguiendo luego en (1878) en la escuela de caballería de Saumur. En su período castrense se queja de tener poco tiempo para las lecturas de su interés.
Todo este tiempo se caracteriza por una gran relajación en su vida; es descreído del todo y vicioso e incluso comete muchas indisciplinas castrenses, a pesar de eso con 22 años (1880) es ya teniente y va con el 4° de húsares a Argel. “Fue esta una época decisiva: la pasión por la tierra de África, que era en suma, la pasión colonial, va a dominar al joven oficial y a engrandecerle, dando orientación nueva a su vida hasta entonces tan mal empleada”.[8] Aquí comienza a disponer las mejores fuerzas de su naturaleza hacia el bien. Veremos cómo este joven inquieto y bien pecador, de a poco va mejorando en todos los aspectos.
Graduado y destinado al África colonial con las tropas francesas, continúa con las indisciplinas castrenses y sus vicios arraigados que en su conjunto lo llevan a abandonar el Ejército; pero, he aquí, que se desató por entonces la violenta sublevación de un jefe musulmán contra Francia y hallándose él aún en Marruecos a su pedido es readmitido y participa de una campaña militar durante nueve meses donde pelea, combate, se arriesga y ve la muerte de cerca.
Laperrine era compañero suyo de milicia por entonces, llegaría luego a general y escribiría “Las etapas de la conversión de un Húsar” y así testifica el accionar del teniente Foucauld en aquella campaña: “entre los peligros y las privaciones de las tropas expedicionarias, este literato alegre se reveló como soldado y como jefe; soportando gozoso durísimas pruebas, exponiendo su vida, e interesándose con abnegación por sus hombres”.[9]
Explorador en Marruecos: premios y reconocimientos.
Al término de esta campaña, este espíritu inquieto quería recorrer el sur de Marruecos para estudiar mejor a los árabes, y ante la negativa recibida pide la baja (1882) ya que “él no dejaría el África sin haberla estudiado”;[10] es entonces cuando realiza por su cuenta un auténtico trabajo de exploración disfrazado de judío y contratando a un judío llamado Mardoqueo que le hacía de guía; como preparación pasó un año entero en Alger estudiando árabe y el contexto en el que se hallaba. A la vez que por mimetizarse con los hebreos marroquíes aprendería algo del hebreo y de las costumbres hebreas. Tal viaje no podía ser emprendido con atuendos coloniales franceses.
En un año de excursión (entre 1883-1884) se valió de la brújula, termómetro, barómetro y sextante para todas sus mediciones que anotaba en una pequeña libreta y luego pasaba a un cuaderno más grande. Trabajo realizado medio a escondidas para no despertar sospechas. Nunca fue descubierta su verdadera identidad, realizando así una inteligente infiltración con fines científicos que sirvieron y mucho a su país.
Este año de trabajo le valió recibir una medalla de oro por la Sociedad Geográfica de París, y esto exclama por entonces un entendido sobre el valor de su exploración: “ha perfeccionado los 689 km de sus predecesores, y les ha añadido otros 2250. En cuanto a la geografía astronómica, ha determinado 45 longitudes y 40 latitudes y cuando contábamos con unas pocas altitudes conocidas, él nos aporta 3000”.[11]
Hay que destacar en todo este período africano donde él sigue alejado de Dios y de la fe, sin embargo había quedado muy impresionado por la religiosidad de los musulmanes que continuamente invocaban a Mahoma y cinco veces al día hacían ritual y rigurosamente sus oraciones. Y él estaba “sin religión”.[12] Eso lo conmovía interiormente y de algún modo su búsqueda de Dios se pone en movimiento para hallarlo y no para huir de Él.
Fruto de sus investigaciones fueron las publicaciones de dos libros: “Itinerario de Marruecos” y “Reconocimiento de Marruecos” lo que le valió un inmenso reconocimiento por parte de los especialistas en Paris; ambas obras se publican a fines de 1887 y comienzos de 1888, él tiene 30 años y “el triunfo fue muy sonado entre los geógrafos, sabios y colonistas tanto de Francia como de los países extranjeros. Por todos lados aplauden al joven explorador, su fama se extiende; de todas partes le llegan cartas de felicitación”.[13]
Se encuentra instalado en Paris y participa de numerosas reuniones importantes y retoma vínculos familiares que había dejado a un lado. “frecuenta la sociedad más selecta y más seria de Paris” hombres de poder “hablan de los asuntos religiosos y políticos de Francia” en reuniones donde él es invitado. A su vez “dulces influencias femeninas le rodean”.[14]
¿Cuál es el estado de su alma en este contexto? ¿En qué cree Foucauld en medio de este logro del todo suyo? En realidad, para entonces, él ya está convertido. En esas reuniones había conocido al padre Huvelin fugazmente y había oído hablar muy bien del cura de san Agustín, de París, quien era muy buscado como confesor y como director espiritual, a la vez que era un predicador destacado y muy seguido.
Conversión de Foucauld: la confesión.
Es así, Foucauld en su búsqueda empeñada de Dios, había llegado ya hasta el confesonario de Huvelin, donde se dio el siguiente diálogo:
-“Yo no tengo fe, vengo a pedirle que me instruya”.
“Arrodíllese y confiese sus pecados, usted llegara a creer”.
“Pero yo no he venido a confesarme”.
“confiésese usted”.
“se arrodillo e hizo la confesión de toda su vida”.
Estando Foucauld en ayunas Huvelin le dio la Comunión.
Hizo allí “su segunda primera comunión”.[15] Este hecho es el cambio de vida completo, es ni más ni menos que su conversión. En esa iglesia una placa, junto al confesonario recuerda el paso extraordinario dado por esta alma inquieta que se ha decidido a pasar del pecado a la gracia, de las tinieblas a la luz. La oveja perdida ha vuelto al rebaño.
“Aquí Carlos de Foucauld se convirtió confesándose con el padre Huvelin en octubre de 1886. Ordenado sacerdote el 9 de junio de 1901. Ha celebrado muchas veces la Misa en esta iglesia” dice textualmente la placa. La búsqueda de Dios llegó al perdón de todo lo malo que había hecho y a unirse a Cristo sacramentado. No fue de los que andan siempre buscando sin hallar. A partir de entonces frecuenta la Misa y la Comunión y quedará con un director espiritual a quien consultará incluso a 4000 km y cuando vuelva al desierto.
Así recuerda su “conversión”: “Él me hizo poner de rodillas, confesarme y en seguida ir a comulgar…cuando lo recuerdo no puedo menos de llorar y no quiero contener esas lágrimas, porque son muy justas. ¡Dios mío, qué ríos de llanto debieran correr de mis ojos al acordarme de tantas misericordias! ¡Qué bueno eres, cuán dichoso soy! ¿Qué he hecho para merecerlo? Luego todo fue un encadenamiento de gracias cada vez mayores”.[16]
Él manifiesta su gratitud: “Me siento desfallecer Dios mío ante tantas misericordias y obligado a suplicar a la Santísima Virgen a los santos y a tantas almas piadosas que os den gracias por mí, porque yo sucumbo bajo el peso de tantas gracias, oh esposo mío que has dejado de hacer por mí. Que quieres de mí por haberme así colmado, que esperas de mí por haberse así abrumado…Dios mío, inspírame pensamientos, palabras y obras a fin de que todo en mí te dé gracias y te glorifique. Amén, amén, amén”.[17]
Foucauld en su rebeldía anterior se había apartado de su familia, ésta lo ayudaría muchísimo en el paso que dio: “Me restituiste a mi familia, a la que tan dulcemente amé en mi infancia y juventud. Allí hiciste renacer mi antigua admiración hacia aquellas almas, y a ellas las moviste a que me recibiesen cuál hijo pródigo, al cual, lejos de recordar que había dejado la casa paterna, le mostraban la misma bondad que pudiera esperar si nunca hubiese fallado, y me uní a esta familia querida donde vivía rodeado de una atmósfera de virtud que a ojos vista me devolvía la vida. Era la primavera que hacía que hacía revivir la tierra luego del invierno. Con este dulce calor creció este deseo del bien, este disgusto del mal. A principios de 1886, luego de seis meses de vida de familia, yo admiraba, yo amaba la virtud, pero aún no te conocía”.[18]
Con rasgos muy particulares describe el fango y abismo del que salió: “mi vida comenzó a ser una muerte, mejor dicho era ya una muerte a tus ojos…y aún en este estado de muerte, tú me conservaste…obraba el mal…tú me hacías sentir un vacío doloroso, una tristeza cuál jamás he sentido. Me acometía cada noche, cuando me hallaba sólo en mi habitación; me tenía mudo y abatido en medio de lo que llaman diversiones. Yo mismo las preparaba, pero al llegar su tiempo, las pasaba en un mutismo, en una pena, en un disgusto infinitos…tú me infundías esa vaga inquietud de la mala conciencia que, estando aún dormida, no está completamente muerta. Nunca sino entonces he sentido esa tristeza, esa enfermedad, esa inquietud. Era pues Dios mío un don tuyo… pero qué lejos andaba yo de sospecharlo…por esta invención de tu amos impedías que mi alma se perdiese irremisiblemente…si yo hubiera muerto entonces, estaría ahora en el infierno”.[19]
Estamos ante alguien que abrió su alma a la gracia: “No podías entrar Señor en un alma donde reinaba como señor el demonio de las pasiones inmundas… pero querías entrar en la mía, por eso arrojaste al enemigo…y después de haber limpiado mi alma de sus inmundicias y de haberla encomendado a tus ángeles, te dignaste entrar en ella”.[20]
Ya de joven estudiante en el liceo había manifestado su escepticismo en conocer la verdad, toda verdad; las malas lecturas, las enseñanzas erróneas lo apartaron de Dios. En su búsqueda y conversión hay un fuerte componente intelectual, de indagación de razones, en el mismo texto donde reconoce lo recibido dice: “Al mismo tiempo me facilitaste una vida de estudios serios”,[21] y “entonces me pusiste ante los ojos algunas páginas de un libro cristiano”.[22]
Y pasa a detallar, por así decir, cierta secuencia lógica en su conversión: “Entonces me hiciste cuatro mercedes. La primera fue inspirarme este pensamiento: puesto que esta alma (el padre Huvelin) es tan inteligente, la religión que él profesa tan firmemente no puede ser una locura, cual yo pienso. La segunda fue inspirarme este otro pensamiento: si esa religión no es una locura, bien podría ser que en ella se hallase lo que no descubro en ninguna otra ni en ningún sistema filosófico. La tercera fue decirme yo mismo: estudiemos, pues, esa religión. Busquemos un profesor de religión católica, un sacerdote instruido y veamos que es ella y si es preciso creer lo que ella nos dice. La cuarta fue la gracia incomparable de dirigirme al padre Huvelin en busca de esas lecciones de religión”.[23]
Terminamos este punto, una vez más, con su gratitud: “Oh Dios mío, cuántas misericordias, misericordias de ayer, de hoy, de todos los instantes de mi vida, de antes que naciese y de antes de todos los tiempos. En ellas estoy como sumergido, empapado. Me envuelven y rodean por todas partes. Estamos llamados todos Señor a cantar tus misericordias”[24]
Una vez convertido, ¿cuál es el rumbo de Foucauld?
El antiguo descreído se torna un converso decidido y fervoroso que ahora quiere ofrecerse entero a Dios, quiere hacer su voluntad y no la suya, y para eso necesita conocerla, y para conocerla, necesita rezar. Con este objetivo y con estos sentimientos realiza un viaje de cuatro meses a Tierra Santa que lo impresiona muchísimo. Él tiene una misión que cumplir.
Es cierto que “la naturaleza no se destruye por la conversión, sino que se renueva y perfecciona. De hoy en más ese valor, esa fuerza de voluntad, esa disposición extraordinaria para soportar los trabajos han de emplearse en bien de las almas…la ciencia no habrá perdido a uno de los hombres de nuestro tiempo mejor preparados para la empresa colonial y para el estudio de las lenguas y costumbres desconocidas… quiere prepararse para esta misión con un viaje a Tierra Santa”.[25] Antes de emprender esta peregrinación transfiere todos sus bienes a su hermana y se va a los lugares santos “pobre”.
Regresa, y no se queda allí sino que su búsqueda ansiosa lo lleva a hacer retiros espirituales prolongados tanto con los benedictinos en Solesmes, con en la trapa, primero en la Gran Trapa y luego en la trapa Nuestra Señora de las Nieves en Viviers; como si esto fuera poco, además pasa un tiempo bajo la dirección de un jesuita en Clarmant. En realidad “desde el primer momento de su conversión se sintió impulsado hacia la vida religiosa. Pero las órdenes religiosas son muchas”.[26] Con el discernimiento mencionado, él se hace trapense.
Foucauld, monje trapense y puesto a prueba.
Ingresa a la trapa Nuestra Señora de las Nieves, hace el noviciado allí (1890) y a pedido suyo lo transfieren a una trapa en Siria ya que él siempre buscaría mayor soledad, pobreza y anonadamiento. A los cinco años de su profesión simple realizada allí (1892), le correspondía hacer la profesión solemne o bien, retirarse; aquí planteó que él quería aún una mayor soledad y pobreza que aquella que le proporcionaba en ambiente monástico inclusive en la lejana Siria, y antes de concederle su deseo y petición le pusieron como prueba que estudiara teología en Roma. Aquí, en el discernimiento de su “caso” intervino además de los superiores de la trapa, el ya conocido padre Huvelin.
En la ciudad eterna vive dos años, todo lo impresiona vivamente, recorre las iglesias, se entrega al estudio de la Teología a la que se aplica estudiándola de rodillas. Así lo manifiesta: “las gracias de Roma, la ciudad de san Pedro y de los mártires, del padre Santo, de las basílicas, de las iglesias, de las mil huellas de los apóstoles y de los mártires.. la teología, la filosofía, las lecturas, la extraordinaria vocación a una vida de abatimiento y oscuridad”.[27]
En Roma vive en la curia generalicia de los trapenses donde pasado el tiempo de dos años de prueba, estudiando, los superiores de la orden analizaron su situación en detalle y allí “el padre general y todos los miembros de su consejo declararon que Dios me llamaba a una vida particular de pobreza y de anonadamiento y que era necesario que yo la abrazase sin tardanza”.[28] Terminan aquí sus siete años de trapense y sigue camino buscando aún, mayor pobreza y anonadamiento.
Foucauld y su búsqueda de soledad y anonadamiento: otra vez en Tierra Santa.
De allí parte casi tres años (1897-1900) otra vez a Tierra Santa hospedándose con unas monjas en Nazaret donde hacía trabajos de jardinería y maestranza; llego anónimamente y sin recomendación alguna; lo recibieron pero con mucha desconfianza y bajo observación, pero luego su identidad fue conocida por las religiosas; idéntico trabajo hizo con unas clarisas de Jerusalén y allí la superiora le instó a ordenarse sacerdote para hacer un mayor bien sobre todo celebrando la Misa. De su época de monje se había negado a ser ordenado sacerdote, pero ahora reconsideró su postura, se aconsejó, rezó y se encaminó a su ordenación sacerdotal.
Nazaret ocupa un lugar clave en su vida y enseñanza, esto escribe desde esa ciudad: “Dios me ha concedido hallar aquí en cuanto es posible lo que yo buscaba: pobreza, soledad, abyección, trabajo humilde, oscuridad completa, la imitación completa, en cuanto cabe, de la vida de Nuestro Señor Jesucristo en esa misma Nazaret. El amor quiere imitar, quiere la conformidad con el ser amado. Procura unificarlo todo: las almas en unos mismos sentimientos, y los instantes de la existencia por un género de vida idéntico; por eso estoy aquí…guárdame estos secretos, son secretos de amor que a ti confío. Soy dichosísimo, porque mi corazón posee lo que hace tanto tiempo buscaba”.[29]
La superiora de Jerusalén donde se aloja que le había sugerido el sacerdocio a Foucauld afirma: “Nazaret no se ha equivocado, es verdaderamente un hombre de Dios; tenemos un santo en la casa»[30] Testimonios similares se encuentran en todos los lugares donde vivió.
En este tiempo escribe páginas y páginas con sus reflexiones del Evangelio y de la vida espiritual que hoy forman parte de sus obras completas; comienza a volcar por escrito ese volcán que lleva dentro y que escrito, perduraría. Trae la fuerza de su conversión y siete años de intensa vida monástica. Foucauld dejaría muchísimas páginas escritas, por un lado meditaba el Evangelio por escrito, de allí tantos escritos, y por otra su diario y correspondencia son voluminosos.[31]
Vuelve de Tierra Santa con el deseo de ordenarse, antes de su retorno, una vez más le consulta a Huvelin.
Foucauld, sacerdote de Cristo.
Si bien él ya no es trapense, había pertenecido durante algunos años a esa Orden, ésta acompañaba el singular deseo de soledad y anonadamiento de Foucauld; por eso es que lo asisten ahora que él ha discernido su consagración sacerdotal; la misma fue en 1901 en la trapa de Nuestra Señora de las Nieves, y se incorporó al clero de Viviers.
Su particular búsqueda de abajamiento y plegaria, su búsqueda explícita del último lugar de la parábola lo llevan a buscar a los más lejanos de Dios y de Cristo, y éstos eran aquellos musulmanes que vivían en el África francesa y no conocían su nombre. Hacia allá pone su mirada y tensión. Será un “instrumento duro para un trabajo duro”,[32] es el parecer de Huvelin al obispo que lo designa al África.
Hay un obispo encargado del África, así le formaliza Carlos su pedido: “El recuerdo de mis compañeros muertos sin sacramentos, y sin sacerdote hacer veinte años, en la expedición contra Bu-Amama (jefe musulmán), en la cual yo participé, me urge a partir para el Sahara, tan pronto como usted me conceda el permiso, sin demora de un solo día, porque ganar un día puede ser la salvación del alma de uno de nuestros soldados”[33] Además de asistir a las tropas francesas le declara que quiere “sobre todo santificar a los pueblos infieles, poniendo en medio de ellos a Jesús, presente en el Santísimo Sacramento”.[34]
Retorno al África: no ya como pecador impenitente sino ahora transformándose por la gracia.
Se instala en Beni Abbés[35] en 1901, donde el 29 de octubre celebra por primera vez la Misa. El lugar se trata de un oasis de 7000 palmeras al sur de Argelia, allí trata bien a todo el mundo, sean cristianos o musulmanes, acoge a todos, ama a todos, quiere ser el hermano de todos, “hermano universal” ; la “hermandad”, la “fraternidad” es un concepto clave en la vida y enseñanza de Foucauld.
Es así que afirma: “Quiero acostumbrar a todos los habitantes, judíos, cristianos, musulmanes y no creyentes a que se habitúen a verme como a un hermano, un hermano universal”.[36] Y en el mismo sentido: “Ruegue a Dios para que yo sea realmente el hermano de todos”.[37]
“En Beni Abbés es el único sacerdote en 400 km a la redonda”.[38] Le quedan dieciséis años de vida y los viajes serán muchísimos allí donde llegó, el desierto del Sahara: él se alegra de celebrar la Misa en lugares donde puede ser la primera vez que Cristo se haga presente corporalmente.
Es aquí donde la anciana catecúmena que enfermó gravemente pudo ser bautizada por él de urgencia.[39] Es uno de los poquísimos bautismos que pudo realizar sino es el único. Los musulmanes lo apreciaban muchísimo, pero no daban el paso del bautismo. Tanto lo estimaban que le decían el “morabito”, vocablo que para ellos designa a la persona que está cerca de Dios.
Él rescata cuatro esclavos, alguno de ellos persevera un tiempo en el catecumenado, se detiene en toda población que vea por pequeña que sea, para acercarse a aquellos hombres, para hacerse prójimo de ellos, él conoce la lengua que hablan. Él se detiene donde ve gente allí en medio del desierto “para mostrar al África salvaje lo que es el corazón de un cristiano francés”.[40]
Muchos de los bereberes del norte de África se sublevaban contra Francia y hubo enfrentamientos por doquier; en uno de ellos quedaron cincuenta soldados mal heridos, y él consigue autorización y se traslada ciento veinte km para asistirlos espiritualmente y también colaborando como enfermero, y al cabo de un tiempo prolongado a todos termina dándoles la Comunión.[41]
Las situaciones de riesgo se multiplican incluso existe la posibilidad cierta de que los bereberes ataquen Beni Abbés en 1902. Ante ese clima bélico dice “Le doy gracias por lo que me dice de los posibles peligros…yo los miro con la tranquilidad de los hijos de Dios…si supiera usted cuanto deseo terminar esta mi pobre y miserable vida…yo soy indigno de esta merced pero la deseo tanto. Se vuelven a oír rumores de guerra…sentirme cada día tan cerca, tan a las puertas de la eternidad, me es gran dulzura y a la vez tiempo muy provechoso para mi alma”.[42]
Foucauld quería que “en lugar de un solo oratorio en Beni Abbés, se levantasen otros muchos donde la Santa Eucaristía y el Sagrado Corazón, luz del mundo, irradiasen sobre otras muchas regiones de infieles por largos siglos”.[43]
Él desearía que muchos lo acompañasen en su modo de vida para atraer a los musulmanes a la fe, basado en la vida de silencio y de oración como en la adoración prolongada al Santísimo Sacramento; todo ello unido al buen trato hacia ellos predicándoles, dada su rudeza, la “moral natural”, es decir que se aparten del mal, que hagan el bien, que se arrepientan de sus pecados. Cuánto quisiera Carlos que su búsqueda de Dios fuera seguida por otros allí mismo, que fueran muchos los que se presentaran voluntaria y espontáneamente para seguir sus pasos e integrarse a la hermandad o fraternidad que él tiene pensada; nada de eso ocurre, está solo, sin novicio, sin postulante alguno que lo acompañe.[44] Incluso infructuosamente se contacta con su amigo Louis Massignon para que se viniera al desierto con él.[45]
Así eran sus deseos “Hubiera querido tener a su lado hermanos menores del Sagrado Corazón de Jesús, futura familia religiosa con la cual soñaba ya en palestina, como ya queda dicho. Familia claustral consagrada de día y de noche a la adoración del Santísimo Sacramento, expuesto perpetuamente, y a vivir en país de misiones en la pobreza y en el trabajo. Esta congregación de misioneros no predicaría el evangelio directamente sino que lo daría a conocer, admirar y amar por medio de una vida de oración, de caridad y de pobreza que practicarían sus religiosos en medio de los musulmanes”.[46]
Claro él está sólo y sus deseos son intensos, está dispuesto a llevar el Evangelio de Cristo hasta “el confín del mundo y hasta el fin de los tiempos”, pero él está sólo allí en el oasis de Beni Abbés donde va estudiando ya el tuareg. Pero, ¿qué ocurría?, Beni Abbés es el sur de Argelia, pero al sur del sur, estaba toda la amplia región de los tuaregs, lengua que él ya conoce y habla, pero se le presenta como un inmenso desafío que quiere acometer.
No sólo no llega nadie por su cuenta para acompañarlo en el desierto, allí en Beni Abbés, sino que pidiéndoselo a un abad importante que podría, por mandato, enviarle ayuda, se niega a hacerlo por ponderar extrema las condiciones de vida del famoso eremita del Sahara.[47]
Los refuerzos no llegan, y él pide irse más a la gran región de los tuaregs en 1903. Al año siguiente tiene ya terminada la traducción de los cuatro Evangelios a la lengua tuareg, pero quiere sumergirse en el corazón de esa tierra inhóspita para dar testimonio del Evangelio.[48]
Por fin en 1905 “le será concedida licencia para establecerse –el primer sacerdote- en medio de los tuaregs, cuya lengua casi únicamente él habla y escribe a la perfección”.[49]
Unos once años en el corazón del mundo tuareg.
Los tuaregs quizás sean bereberes que fueron empujados por los árabes hacia el interior del desierto.[50] Es una gran tribu que poseía diversas facciones: si bien el territorio en palabras de Foucauld “tiene 2000 km de norte a sur y 1000 km de este a oeste, con 100.000 almas esparcidas en ese espacio”, él para instalarse en Tamanrasset necesitó además de la autorización colonial francesa, la que le dio Musa, uno de los jefes de las seis facciones que poseías los tuaregs. De ellas, tres eran aliadas de Francia, o vivían en paz mutuamente, y tres no.[51] Foucauld habla con frecuencia con el jefe tuareg, se visitan mutuamente, incluso se conservan las cartas que le envió, en una de ellas le da consejos para el buen gobierno de la tribu. Carlos es incluso un nexo mediador entre Francia y estos tuaregs.[52]
Tamanrasset es el lugar elegido en el corazón del pueblo tuareg para fijar su residencia, o mejor, su siempre precaria tienda donde vive y reza siempre como ermitaño en medio del desierto; en realidad alterna entre Beni Abbés y Tamanrasset (están a 1400 km de distancia) a lo largo del año; tres meses en cada lugar. ¿Y los seis meses restantes? Tres meses para llegar de Beni Abbés a Tamanrasset y tres meses para volver de Tamanrasset a Beni Abbés. Para el caso, siempre viajando, y cuando está quieto es un ermitaño en el Sahara que reza, adora al Santísimo y tiene buen trato con los musulmanes quienes lo apreciarían muchísimo aunque no dieran el paso de bautismo. Foucauld es allí, en el corazón del mundo islámico africano, un testigo de Cristo y de su Evangelio. De Tamanraset para hallar él un sacerdote tenía que andar sesenta días.
En los once o doce años que vive entre esa tribu sigue aprendiendo el tamacheck que es la lengua que ellos hablan; aparece siempre recorriendo y evangelizando a la vez que continúa con el estudio de dicha lengua, en la cual ya había publicado los Evangelios; Estudiaría con ahínco la lengua, fruto del cual publicaría un “Diccionario Tuareg- Francés”, que saldría publicado en cuatro voluminosos volúmenes.
Por otra parte de tanto compartir con los tuaregs, escucha sus largos relatos y poesías con suma atención y cuidado, a la vez que toma prolija nota de todos ellos. Tal prolija labor de recopilación le permitiría llegar a la edición de otro libro sobre sobre la poesía de los tuaregs. Tarea de recopilación similar a la de Juan Alfonso Carrizo en el noroeste argentino en cuanto al modo. “La Poesía de los Tuaregs” es, entonces, otro libro de Foucauld.
Es de aclarar que cuando él llega a Tamanraset en 1905 no había guarnición militar alguna[53] El fuerte Motylinski recién se construyó en 1908, y estaba a cincuenta km.[54] Cuando él llegó tampoco había telégrafo; se aprovechó su presencia para enviar especialistas en comunicaciones que ensayaron la conexión de telégrafo sin cable con París.[55] Un despacho oficial con París demoraba veinticinco días, una carta cuarenta.[56] Además, recibió una misión de ingenieros y geólogos que estaban estudiando el recorrido del futuro tren transahariano.[57]
Es tan extrema la vida entre los tuaregs que ya no tiene ningún monaguillo para celebrar la Misa, al irse él único del que disponía; y entonces sin él no se podía celebrar. Permanece un tiempo incluso sin la Misa diaria hasta que de Roma el papa Pío X le da la excepción a tal norma dada su misión del todo singular. Él era el único sacerdote católico en esa extensísima región. La noticia le llegó en enero del 1908: “Dios mío, qué bueno eres. Mañana podré ya celebrar la Misa, gracias Dios mío”.[58]
En este ambiente donde otro desesperaría y dispararía, en esta precariedad absoluta, ante la ausencia casi de toda comodidad o confort; sin ningún gusto mundano para darse. Él, en realidad, está plasmando su vocación del todo singular a la soledad y al anonadamiento, por eso exclama en el corazón del Sahara: “Me siento dichoso, dichoso, por estar a todas horas a los pies del Santísimo Sacramento; dichoso por la grande soledad de este lugar; dichoso por ser por hacer –exceptuando mis pecados y miserias- lo que Jesús quiere; dichoso sobre todo por la bienaventuranza infinita de Dios…oración y penitencia. Cada día veo mejor que este es el principal medio de acción sobre estas pobres almas. ¿Qué hago yo en medio de ellas? El gran bien que yo hago consiste en que mi presencia procura la del Santísimo Sacramento…”.[59]
Las anécdotas son numerosas; a un lugareño que le pidió limosna le ofreció un simple trabajo para hacer previamente; y ante su negativa se marchó sin recibir nada fuera del consejo por el cual hay que trabajar para vivir.[60]
Un médico militar fue asignado a la región y lo enviaron a Foucauld para que éste lo instruyera en el modo de tratar a los tuaregs; entre los consejos se halla éste. “Estar siempre alegres. Es necesario reír siempre, aún para decir las cosas más sencillas…la risa pone de buen humor al vecino, al interlocutor; acerca a los hombres, los pone en condiciones de comprenderse mejor. Muchas veces alegra a un carácter sombrío; es una caridad. Cuando se halle usted con un tuareg, es menester que esté siempre riendo”.[61] Este mismo médico diría de él: “El padre Foucauld, contrariamente a lo que se dice de los hombres célebres, se agrandaba desmesuradamente cuando uno le veía de cerca todos los días”.[62]
Ante la picadura mortal de una víbora le quemaron la herida con un hierro ardiente y le ataron el brazo para que el veneno no se expanda, pero como el síncope continuaba el mismo hierro ardiente se lo aplicaron a los pies. Sobrevivió a la mordedura y a la curación casera de los tuaregs.[63]
Foucauld es un ermitaño que reza y recorre toda la región, habla perfectamente la lengua de los lugareños y les predica; ya sabemos que su predicación era más por el ejemplo que por las palabras y oratoria, sin embargo, buscaba el modo de hacerlo ante personas más que rudas, y él lo describe así: “Yo les hablo de Dios con brevedad, dando a cada uno lo que puede recibir. Huida del pecado, actos de amor perfecto, los dos grandes mandamientos del amor de Dios y del prójimo, examen de conciencia, consideración del último fin, deber de la creatura de pensar en Dios, etc; dando a cada uno según sus fuerzas y avanzando, lentamente, prudentemente”.[64]
Es conocido que sobre su hábito lleva en rojo el Corazón de Jesús y arriba la cruz del mismo color. Él estaba consagrado al desde 1897 y luego haría con Massignon una noche de adoración en el Sacre Coeur de Montmartre, lugar que une esta devoción, tan francesa, a la adoración al Santísimo.[65]
Si ponemos en you toube “General Lyauty” veremos que hay muchos programas dada su participación en la historia de Marruecos. Pues bien, este Mariscal visitó Tamanrasset y estuvo en una celebración en la ermita. Exclama: “Yo no he visto jamás decir la Misa como la decía el padre Foucauld. Me parecía estar en la Tebaida. Fue aquello una de las mayores impresiones de mi vida”.
Lo de Tebaida es por los monjes del desierto, o monjes de la Tebaida en Egipto en los primeros siglos de la Iglesia; estilo de vida, del todo singular, reeditado por Foucauld en el África colonial francés en medio del islam.
Es bueno ver el contexto colonial de la época, Francia construye un imperio colonia que llegó a tener 12 millones de quilómetros cuadrados, y en ese marco evangelizó Foucauld quien había servido ya a su país tanto como militar en campaña y también como explorador. Él posee una mirada política o geopolítica respecto de lo que vive; de hecho la correspondencia con el general Laperrine (cuarenta y seis cartas) tiene tono castrense donde si bien Foucauld le informe a su amigo general, también se atreve a decirle: “Yo haría esto”. Muchos de sus consejos fueron tenidos en cuenta. Pero es interesante transcribir ahora unos textos, un tanto largos, donde él nos explica su visión.
Lo que sigue fue escrito por él cuando Marruecos se convierte en un protectorado francés en 1908, y él está aquí en Tamanrasset: “He aquí agrandado nuestro imperio colonial. Si somos lo que debemos ser, si civilizamos en vez de explotar, Argelia, Túnez y Marruecos serán dentro de cincuenta años, una prolongación de Francia. Si no cumplimos nuestro deber, si explotamos en vez de civilizar, lo perderemos todo, y la unificación que hicimos de este pueblo se volverá contra nosotros”.[66]
En una carta fechada en 1912 y dirigida a un duque desarrolla aún más su visión estratégica, política, económica y evangelizadora: “Nosotros los franceses tenemos que cumplir en África dos deberes esenciales: La primera cosa es la administración y la civilización de nuestro imperio en el noroeste africano, Argelia, Marruecos, Túnez, Sahara y Sudán forman un inmenso y magnífico imperio, que por primera vez tiene unidad. ¡Cómo ligar a este imperio? Civilizándolo y trabajando por educar moral e intelectualmente a sus habitantes cuanto posible sea. Los habitantes de nuestro imperio africano son uy diferentes: unos bereberes, pueden llegar rápidamente a ser semejante a nosotros; otros, los árabes, son más tardos para el progreso; los negros son muy diferentes unos de otros. Sin embargo, todos son capaces de progreso”.
“La segunda cosa es la evangelización de nuestras colonias…ahora bien, ¡qué hacemos nosotros para evangelizar nuestro imperio del noroeste africano? Puede decirse que nada. En Argelia, Túnez y el Sahara, los únicos sacerdotes que evangelizan a los indígenas son los padre blancos. Cincuenta y seis en África del norte y once en el Sahara. Una gota de agua…situación es ésta que deben remediar los cristianos de Francia. Es obra de grande arresto, que requiere abnegación, virtud y constancia. Son necesarios buenos y muchos sacerdotes no para predicar…sino para ponerse en contacto, para hacerse amar, para generar aprecio, constancia, mistad. Además, son necesarios buenos laicos, de los dos sexos, para lograr el mismo fin, para ponerse en contacto más estrecho…para penetrar sobre todo en las casas de los musulmanes, para darles ejemplo de virtudes cristianas, para mostrarles la vida cristiana, la familia cristiana y el espíritu cristiano. Es necesario , en fin, enviar buenas religiosas que cuiden a los enfermos, que eduquen a los niños, que se mezclen con la población…Haciendo esto, las conversiones, a vuelta de tiempo variable (veinte años, cincuenta años, cien años), vendrán por sí mismas, como fruta madura, al paso que se vaya extendiendo la instrucción…es preciso conocer la población. Pero nosotros la conocemos muy poco. Lo cierto es que vivimos en una ignorancia aterradora respecto de la población indígena de nuestra África…yo mismo conozco de modo pasajero mi pequeño rincón de los tuaregs, pero muy superficialmente todo lo demás…hay un vicio que hay que remediar: es necesario que los administradores, los oficiales y los misioneros tengan contacto mucho más estrecho con las poblaciones, que permanezcan largo tiempo en los mismos puestos…”.[67]
“Pienso que si poco a poco, suavemente, no llegasen a convertirse los musulmanes de nuestro imperio colonial del norte de África, se producirá un movimiento nacionalista análogo al de Turquía. Se formara en las grandes poblaciones un núcleo intelectual instruido a la francesa, pero sin espíritu ni corazón francés. Núcleo que habrá perdido toda fe en el islamismo, pero del cual conservara la etiqueta para poder al amparo de ella, ejercer influencia sobre las masas. Por otro lado, la masa de los nómades y de los campesinos seguirá…firmemente mahometana…y cuando se presente la coyuntura favorable…tratarán de crear un imperio musulmán independiente”.[68]
“El imperio francés del noroeste africano, Argelia, Marruecos, Túnez, África occidental francesa, etc tiene 30 millones de habitantes; gracias a la paz dentro de cincuenta años tendrá el doble…si nosotros no hemos sabido convertir en franceses estos pueblos, nos expulsarán. Y el único medio de que lleguen a ser francés es que lleguen a ser cristianos”[69]
Este es uno de los puntos que más se están debatiendo en este momento, dado el apoyo de Foucauld a la colonización, si bien como vemos tenía también algo que decir al respecto. Sin su vínculo con Francia no podría haber sido el ermitaño y testigo del Sahara, a la vez que por haber sido militar pudo acompañar, con naturalidad, a las tropas que constituían la presencia colonial. Por otro lado, propiamente el tema de la descolonización es muy posterior, el monje del Sahara muere en 1916.[70]
Sigamos con el último tramo de la vida del que pronto será el santo del Sahara. Cuando él llega a Tamanrasset, vimos, no había guarnición militar; ahora bien, a cincuenta km se crea el fuerte Motylinki como bastión militar en 1909, que lleva el nombre de ese expedicionario ya que Foucauld rechazó que le pusieran el suyo propio, tan estimado llegó a ser en vida el célebre converso.
Pero hubo un factor que alteró mucho las cosas y fue el estallido de la primera guerra mundial en 1914; Foucauld siente como un francés, se entristece ante el avance alemán, se alegra con los triunfos franceses; se ofrece como voluntario para ir como capellán al frente de batalla del que tenía gran experiencia: permiso denegado. A su vez Turquía, aliada de Alemania influía y armaba a diversas tribus indígenas para que se soliviantaran contra Francia; la antigua Tripolitania (Libia) sufre el influjo de los turcos y de allí la tribu de los senusitas obtenía triunfos y se encontraban ya cerca de Tamanrasset, mil de ellos merodean y están munidos de cañón y ametralladoras; allí se crea un fortín de protección para los pocos habitantes y para Foucauld.
Pero estando en un momento él sólo, consiguieron apresarlo como rehén para obtener a cambio municiones y mercadería; y cuando dos tiradores franceses advirtiendo lo que pasaba fueron a buscarlo, entonces una bala acaba con su vida, matando también a los dos militares. La descripción de la escena es de suma violencia, brutalidad y salvajismo. Es así que un primero de diciembre de 1916 Carlos de Foucauld muere.[71]
Muerte deseada por él, muerte esperada por él, muerte que en otras ocasiones había estado cerca, muerte que fue su último ofrecimiento a Dios de sí y por aquellos hombres para quienes deseaba la salvación. Dice Bazin: “Murió asesinado en odio a Dios y de Francia, con las manos atadas, de rodillas, delante del santísimo sacramento”.[72]
Foucauld y Bazin.
La muerte de Foucauld en 1916 pasa desapercibida entonces dado el tremendo conflicto de la primera guerra mundial en curso. Todos reconocen que fue la biografía de Bazin quien lo daría a conocer en 1921 y aún más: René Voillaume lee a Bazin y decide imitar a Foucauld y consagrarse, fundando los hermanos de Jesús y yéndose a vivir al desierto; otro tanto haría la hermana Magdalena de Jesús. Luego de leer a Bazin funda las Hermanas de Jesús y se va también al desierto.
Aquel que murió en el desierto infecundo en apariencia fue, en realidad, el grano que cayó en tierra y muriendo, dio mucho fruto. Su ejemplo fue seguido por muchos y su enseñanza cada vez se fue conociendo más. El libro de Bazin fue clave, ya que por entonces las “obras completas” de Foucauld estaban recolectándose, y la biografía en cuestión, ofrecía en un todo magistral la vida y los escritos por entonces conocidos.
A su vez, sus seguidores no sólo darían testimonio cristiano en medio del islam sino que quisieron llevar el mensaje de fray Carlos a todo el mundo.
También el padre Albert Peyrigueres, leería a Bazin y se marcharía al desierto a vivir la fe y ayudar a los demás con su profesión de médico. De a poco muchas comunidades, grupos y asociaciones se inspirarían en el monje del desierto.[73]
Estas páginas son un resumen y eco del magnífico libro de Bazin que me hizo conocer y apreciar la figura excepcional y un tanto “exótica” de Foucauld; los videos que he visto por you toube ninguno me ha impresionado tanto como el libro hace un tiempo leído y ahora releído; en realidad, éstos me ayudan a entender mejor el libro de Bazin. Por eso es que concluyendo, va el final del libro de Bazin:
“El nombre de Foucauld se citará entre los de los servidores de Dios, y será enaltecido entre las comunidades cristianas que algún día nacerán del seno del islam. Entonces los habitantes del desierto, abierta ya sus almas a la verdad, y viendo a cuán grande precio fueron rescatados, se acordarán de los apóstoles que por ellos han trabajado en la pobreza, en la oscuridad, en la ausencia de todo humano consuelo…
“Carlos de Foucauld ha mostrado el camino, el soportó el orgullo, la dureza y a veces las traiciones de esos pueblos. El rogó por ellos sin interrupción, él fue monje sin monasterio, maestro sin discípulo, penitente que mantenía en la soledad la esperanza de un tiempo que no había de ver. Murió en la demanda, haz partícipes de tus riquezas a los pobres del islam y perdona a las naciones bautizadas su harto larga avaricia”.[74]
Reflexiones finales.
Su vida no tiene, quizá, nada que ver con la del cristiano común que ha de trabajar, formar su familia, alegrarse con las cosas de la vida, soportar con paciencia las adversidades, ver cómo subsiste y sobrevive en un tiempo complejo y lleno de desafíos, criar a los hijos, abrirse paso en la vida en un mundo hostil…el santo del Sahara vivió en medio de la hostilidad, dificultad y escasez, buscando él incluso estar cada vez más a la intemperie: ¡supo y mucho de la adversidad!
Su existencia en el desierto aparece, para unos cuantos, del todo desproporcionada y estéril, a la vez que rara y extraña. Sin embargo, Foucauld tuvo una extraordinaria fecundidad espiritual y su tono apostólico fue el de la cercanía y proximidad, propagando a través del trato fraterno su intensa vida de oración, de fe, y de adoración al Santísimo. Su oración fue eucarística, él fue un adorador de Cristo presente en el Santísimo Sacramento, se postró ante el corazón de Cristo que late y palpita allí en la Santa Hostia. El “hermano universal” deseó y buscó la salvación de los demás, de todos, aunque a él no le tocó recoger los frutos de su siembra.
Cuántas veces nuestras grandes ciudades se transforman en inmensos desiertos que arrasan con las cosas que amamos y los cristianos tenemos que guarecernos dónde podamos y cómo podamos, dando testimonio de Cristo y de su Evangelio en las circunstancias, incluso, de las más difíciles. Testimonio que a veces es fecundo y a veces no, sin embargo, todo cristiano está llamado a ser “luz del mundo y sal de la tierra” (Mt 5,13). Hay una desertificación en cierta vida pública, y hoy se nos ofrece a Carlos de Foucauld, el santo del Sahara como enorme figura y arquetipo, y como poderoso intercesor en el cielo, adonde queremos llegar.
Cada uno de nosotros es único e irrepetible, “si la luz que hay en ti se apaga, ¡cuánta oscuridad habrá!” (Mt 6, 19), cada uno tiene que hacer todo el bien que pueda, amando a Dios, amando y ayudando al prójimo en sus necesidades materiales y espirituales. Foucauld siguió su particular misión de oración y anonadamiento, que nos ayudan a recordar lo que tenemos que obrar en una época que tiende a formatear a todos del mismo modo, tiempo de transformación en todo ámbito, donde el monje del desierto dio ejemplo a partir de su conversión del deseo de ser creatura rescatada por la sangre del Cordero, recreando en sí, por la gracia, la imagen y semejanza de Dios.
Por otra parte, Foucauld no tiene nada que ver con quienes se obstinan en el mal, en el pecado, con quienes dan la espalda a Dios, con quienes impugnan la verdad conocida, con quienes se sublevan contra Dios, con quiénes se desinteresan del prójimo; con quienes viven sin un sentido, sin un ideal; con quienes se instalan en la superficialidad, en los placeres, en algunos casos con total desmesura, sin freno alguno para la satisfacción de los sentidos, etcétera. Es claro que lo suyo fue la antípodas de todo eso, y quizá por eso mismo este santo tenga muchísimo para ayudarnos en nuestro tiempo, para interceder por nosotros.
“A cada generación la convierte el santo que más la contradice”[75] decía Chesterton y ¡vaya si este hombre no contradice a la nuestra con su conversión sincera y profunda y su coherencia en la misión poniendo las manos en el arado hasta la muerte “sin mirar atrás”!
Pbro. Pablo Sylvester
[1] Cf. Carlos de Foucauld, Renato Bazin, Madrid, editorial Voluntad, 1926, 400 páginas. El dominico Juan de la Cruz Prieto es el traductor. Recuerdo que el original de Bazin es de 1921, a cinco años de la muerte de Foucauld. Allí añade al título: “Explorador de Marruecos, eremita del Sahara”. En adelante este libro será citado como. Bazin,.Leí este libro hace mucho, lo volví a releer ahora con provecho y comparto su contenido. Aquí voy hilvanando lo que dice Foucauld o lo que dice Bazin tratando de adentrarnos en el alma del evangelizador del Sahara.
[9] Bazin, 24. Laperrine tuvo amistad cuarenta años con Foucauld comenzando aquí en el África colonial, proseguida luego en el Sahara donde Laperrine tuvo distintos cargos y ascensos, llegando a general; era incluso “superior” de Faucauld en el desierto; eran dos almas gemelas, cada cual en lo suyo. “Las etapas de la conversión de un Húsar” es de un artículo suyo de 1913, Foucauld aún vivía.
[45] Luis Massignon fue un gran literato e islamólogo amigo de Foucauld, al punto que fue nombrado por éste su “ejecutor Testamentario”. Este hombre fue en un tiempo, el único que formaba parte de la asociación con la que soñaba Carlos, y tuvo una enorme influencia moviendo a Bazin para que escribiera la biografía que tanta repercusión tuvo. Entre nosotros, Castellani trazó una semblanza de Massignon vinculado a un tema del islam: “All Hallaj, poeta, hereje y mártir”, y le hace un inmenso elogio. Cf. Castellani, Leonardo. La Psicología Humana Jauja, Mendoza, 1996, 141-153.
[53] Cf. Bazin, 278. Motylinski era conocido de Foucauld de su época de explorador en Marruecos ya que estaba aprendiendo las lenguas de allí y Motylinski estaba avanzado en su conocimiento. Éste incluso visitaría a Carlos entre los tuaregs y tenían proyectos en común ligado al conocimiento de la lengua y a las traducciones. Era un destacado expedicionario, y al morir, colocan su nombre al fuerte militar cercano a Tamanrasset.
[71] Fue enterrado allí mismo donde murió como fue su voluntad, “deseo ser enterrado allí donde muera y esperar allí la resurrección”. Al año llegó su amigo, el general Laperrine, quien viendo lo precario del lugar cambiaría el féretro a otro sitio cercano. Laperrine muere en un accidente de avión y sería enterrado junto a Foucauld. En 1929 la tumba de Carlos sería trasladada a El Golea, cerca del mediterráneo, a 1800 km de Tamanrasset, por hallarse allí cerca un cementerio cristiano. Cf. Bazin, 396-398.
[73] Foucauld pensó en su fundación como trapense en Siria, y entonces Huvelin lo frenó; en 1909 viajó a París y allí sí consiguió avanzar con los permisos. Durante mucho tiempo sólo Massignon se había sumado. A la muerte de Carlos, la obra de Bazin fue lo primero que se difundió, fue el inicio para que los hombres se enteraran del testimonio vivido por Foucauld. La recolección de la obra completa fue recién en 1940; es más a continuación de 1940 se fueron descubriendo hasta tiempo reciente distintos escritos inéditos de Foucauld que han permitido poner en juicio algunos aspectos de la obra de Bazin; en realidad, son aspectos más bien científicos o técnicos que no invalidan la obra de 1921 ni el inmenso bien que hizo. Cf Rene Bazin, Charles de Foucauld, un rendez vouz que manqué?Dominique Casajus, 2000, consultado en línea https://www.researchgate.net/publication/32230453_Rene_Bazin_et_Charles_de_Foucauld_un_rendez-vous_manqué?
Jacques GAILLOT decía a veces: «Si sólo quedara un sacerdote en la diócesis, lo nombraría capellán de la prisión. Era una prioridad para él. Fue allí donde vivió esta preferencia evangélica por la oveja descarriada. Fue allí donde puso en práctica esta audacia de Cristo que consiste en dejar las 99 ovejas del redil para ir en busca de la que se ha extraviado por caminos peligrosos.
Y aceptó que yo asumiera el ministerio de vicario general siendo capellán de prisiones para no perder la relación con los excluidos. Asimismo, eligió a Roland DOLLÉ como vicario general en relación con su ministerio como capellán del hospital psiquiátrico. Para él, la prisión era el lugar donde la Iglesia podía estar en contacto directo con el grito de los excluidos, los marginados, los «maltratados por la existencia», como decía el Abbé Pierre. Y se dejó tocar por estos gritos. Y nunca dejó de mostrarles su dignidad a pesar de su duro pasado. Hemos vivido una hermosa colaboración en este ministerio que consiste en ser testigos de esperanza para aquellos que tanto la necesitan y que a veces piensan que ya no tienen futuro.
Por supuesto, vino a celebrar Misa en las fiestas mayores con esta parroquia intramuros. Y nos reuníamos por la mañana antes de partir hacia la Maison d’Arrêt en el jardín del obispado a recoger las flores en primavera para decorar la sala que servía de nuestra capilla. Pero también le gustaba participar en las reuniones de capellanía, escuchar los sufrimientos, los gritos de rebelión, las preguntas abismales de estas personas en espera de juicio.
Y recuerdo que en ciertos momentos salía de la sala de capellanía explicando que no sólo estaba para los muchachos que frecuentaban la capellanía sino también para los demás. Y acudió con la llave de la capellanía al encuentro de los presos cualquiera que fuera su religión, su origen o el delito cometido en sus celdas. Allí residía en breves estancias donde podía ejercitar su extraordinaria capacidad de ponerse al alcance de las personas, de comprenderlas y de mostrarles esa amistad que les daba confianza y que le permitía escuchar tantas confidencias. Y no sólo estaba allí..
También supo mojarse y comprometerse a contribuir a la reinserción de los muchachos que salían de prisión. Llegó incluso a abrir algunas habitaciones en el segundo piso del obispado para acomodar a los hombres que salían de prisión como parte de la asociación de Pause Café.. No fue fácil porque un día lo llamó un joyero de Évreux a quien uno de sus anfitriones había intentado revender su cruz pectoral que le había robado al obispado. También llevó esta preocupación en colaboración con asociaciones como Pause café, el abrigo, el hogar, el humanismo, el socorro católico para contribuir en este largo camino del obstáculo que representa la reintegración.
Finalmente, nunca dejó de interpelar a todas las comunidades cristianas reunidas en su diócesis sobre su capacidad de abrirse a estas angustias de los excluidos y de poner en práctica una solidaridad concreta. Él decía : “Nuestra Iglesia carece de la pobreza del riesgo. ¿Cuáles son nuestras audacias ahora? La Iglesia es servidora cuando, en realidad, está del lado de los inmigrantes, de los parados, de los presos, de los excluidos, de las minorías… La credibilidad obliga a ser veraz en cualquier situación. Cuando haces cosas, no puedes hacer trampa. Si la Iglesia no sirve, es inútil”.
Gracias, Jacques, por haber servido a nuestra Iglesia diocesana poniendo a los pobres en el centro de la comunión fraterna. Contigo hemos comprendido que una Iglesia sólo puede ser fiel a la Buena Noticia de Cristo siendo muy solidaria con todos aquellos a quienes el mundo desatiende.
Hace unos días atrás en Argentina celebramos el día del padre, un día lleno de festejos, encuentros familiares y recuerdos, en un momento me imaginé a una persona que para nuestro hermanito Carlos tuvo una muy importante y referenciante figura hablando de sentimientos paternos y es nada más que el Abate Hubelín, a continuación conocemos algo más de este sacerdote que tuvo la intuición de conocer el corazón del Vizconde y llevarlo amorosamente hacia el Hermano Universal.
“… a los 48 años, Henri Hubelin era solamente Vicario Cooperador en la Iglesia de San Agustín, ¿porqué estaba tan rezagado si era un extraordinario sacerdote? Posiblemente por estar impedido desde su niñez por ciertas deformaciones reumáticas, era un sacerdote muy formado a quién más de una vez se le ofreció el profesorado en los institutos católicos de París; para ello disponía de los requisitos necesarios: sabiduría natural, formación esmerada, amigos influyentes incluso entre los teólogos más importantes de la Francis de entonces.
Pero él prefirió quedarse en la pastoral común, concreta en los puestos de retaguardia en contacto con el pueblo: largas horas en el confesionario, en iglesias que parecían heladeras en invierno y hornos en verano. Ciertamente también tenía a su cargo conferencias, unos “Cursos de Fe” para adultos y gente ya formada, pero su ocupación más directa y esencial fue la “cura de las almas” en la que no hacía distingos, pobres, ricos, anónimos, ocasionales y hasta difíciles penitentes intelectuales. Disponía de esa ciencia del alma que permite salir al encuentro de cada problema, de cada angustia.
A través de su amigo el teólogo A. Houssaye, el Abbe Hubelin se contacto con la “escuela francesa de piedad” de inmediato comprendió su importancia, el valor del teocentrismo en una época de desmedida deificación del hombre. Sus predicaciones y su modo de dirección espiritual contradecían las corrientes entonces en boga por una parte demasiadas cargadas de sensiblería y por otra apegadas excesivamente a la razón. Uno de sus lemas más escuchados era: “Jesucristo ocupó en la tierra el último sitio, que nadie pudo discutirle, seguir a Cristo pues implica, seguir al oculto al desconocido Señor que nada poseía como propio, porque en todo buscaba la gloria de Dios”
El Abbe era un testigo privilegiado de esa vida, cuando hablaba de anonadamiento o de destrucción quería referirse a la pobreza de espíritu, del sermón de la montaña aplicada a la vida concreta: renuncia o mejor distancia de los planes excesivamente personales, incluso de los mejores para permanecer siempre abierto a los de Dios. Alguna vez escribiría a Foucauld esta significativa frase: “No se trata de hacer triunfar una idea, sino de hacer la voluntad de Dios”
Precisamente esa entera disponibilidad de corregir sobre la marcha su pensamiento, para volverse atrás y rastrear lo que Dios pretende de cada uno en un momento determinado, lo capacitaba de extraordinario modo para ser un director espiritual sagaz y buscadísimo.
Nunca fue un guía complaciente sino exigente, no caía en paternalismos para no atar a sus dirigidos a su persona, nada de recetarios como esos curas que de inmediato sirven la pócima curativa, tampoco un teólogo infalible insuflado de soberbia que todo lo sabe y se queda siempre con la última palabra.
Sabia reconocer cuando el caso lo desconcertaba, si no veía claramente podía callar por mucho tiempo, pero cuando veía con claridad, no se andaba con rodeos ponía al dirigido ante el nudo, ante el punto quemante, le gustara o no.
En el “caso Foucauld” vio claro. De allí sus frases lapidarias, instrumentos de la gracia para servir a alguien que a partir de entonces alteró por entero el curso de su existencia.
Foucauld conoció a Hubelin en el salón de la casa de su tía Inés de Moitessier, los primeros contactos no superaron el nivel de lo formal, Huvelin no exponía sobre temas religiosos allí estaba silencioso, afable, buen interlocutor, porque tenía el don de saber escuchar.
El Hermano Carlos que lo conoció por referencia de su prima, quedo fuertemente impresionado por su personalidad pero no deseaba dejarse prendar por él.
Una mañana el Vizconde recorría las calles de Paris, ingresó al portal de San Agustín entró y como siempre el confesionario de Huvelin estaba iluminado al acercarse para solamente dialogar sobre algunas cuestiones relacionadas con la fe, encontró la imperativa y dulce voz del Abbé que le decía; “arrodíllese y confiésese y así encantarará la fe”, Foucauld se arrodillo y la historia que sigue aún la estamos escibiendo…..”
En base a El Sahara fue su destino, Hildegard Waach, Edit. Guadalupe, pag 35 – 37
Los tuaregs han vivido siempre en el gran desierto, dispersos por los numerosos estados que componen el África mediterránea, saheliana y sudanesa. Unidos por la unidad lingüística y cultural, tienen un patrimonio de antiguas costumbres y tradiciones entre las que destaca, singular e importante, el matriarcado. Antes del matrimonio, las mujeres tuareg, las hermosas «mujeres azules», disfrutan de una gran libertad sexual que encuentra su momento iniciático en el agal, la corte del amor, la fiesta medieval en la que los jóvenes se reúnen para cantar tindé, canciones de amor y elegirse entre sí. . En el pecho, las mujeres llevan amuletos de plata, del color de la luna, pequeños triángulos que recuerdan el ojo de Horus y cuelgan del cuello las estupendas cruces de Agadéz, que recuerdan a la madeja egipcia, el cetro cruciforme, signo de inmortalidad que el faraón sostiene en la mano. Suelen tocar el inzad, el violín de una cuerda, ya quienes beben té de menta con ellos, en vasos pequeños, casi nunca dejan de dar el grigri, un extraordinario amuleto de la suerte que nunca debe abandonarse. Todo este extraordinario mundo poético, hecho de belleza, pero también de rebeldía (memorable es el protagonizado por Kaossen ag Mohamed van Tegidda, el negro Lawrence, el príncipe de los guerreros tuareg, contra franceses, italianos e ingleses durante quince, largos años) y la crueldad (las cabezas cercenadas figuran entre los trofeos favoritos de los tuaregs), está admirablemente encerrada en las páginas de este libro. Con su «particular capacidad evocadora» (Stefano Malatesta), Cino Boccazzi nos devuelve el paisaje y los olores de la aventura que siempre hemos soñado: los grandes mares de arena, las profundas grietas sinuosas, las playas atormentadas por los vientos monzónicos, y luego el perfume intenso, resinoso y pesado de las ciudades caravaneras, el olor penetrante de caballos y camellos, el aroma de canela, nardo y mirra y el del viento del desierto,